«Piedra libre para mí y para todos mis compas»
No hay utopía más bella que la que se piensa, se pronuncia en voz alta, esa que te invita a cerrar los ojos e imaginar, la que quita el herrumbre de los engranajes y chirriando los pone en movimiento.
En los pueblos y ciudades del mundo con modificaciones en las formas de llamarle, todos hemos jugado alguna vez a la escondida, el escondite, el rescate, entre otros nombres. Las reglas del juego eran las mismas, alguien que contaba sin mirar, contra una pared, muro o piedra, y varios que corrían a esconderse para no ser encontrados. Un truco final, el último, a aquel que aún no encontraban era portador de una magia: liberarse y liberarlos a todos. Para ello debía llegar primero al muro que el captor, apoyar su palma y gritar: ¡Piedra libre para mí y para todos mis compas!
En la vida, hay circunstancias que quisiéramos fuesen una mentira piadosa, o un juego, pero tienen como crueldad la carencia de un final feliz. Sin embargo, allí es donde se esconde la ilusión y susurra una esperanza.
Asistimos a un mundo en que la niñez soporta las peores crueldades de la historia, demasiados niños sufriendo, pasando hambre, obligados a portar armas, desterrados de sus hogares, bombardeados, despojados de salud y educación. Llenamos sus pulmones de un aire cada vez más impuro, hemos oscurecido su presente, cuánto más falto de luz puede estar su futuro.
Escondidos de la prioridad, así se mantienen y cuando los pillan en su escondite, el captor no los invita a jugar, esto es serio. Esperan. Aun recuerdan que jugar era un derecho y un deber. ¿Vendrá alguien a salvarlos? Solo uno de ellos llegará corriendo, heroico, con las manitos curtidas irá hasta el muro, (otro muro), y le dará palmaditas al grito de: ¡Piedra libre para mí y para todos mis compas!
¿Algo más solidario que querer salvarlos a todos? Velar por el otro, ser la esperanza de otro y que el otro sea tu esperanza. ¿Algo más generoso que usar un muro para liberar y no para aprisionar cambiando las reglas del juego? ¿Algo más inmenso que un niño libre y feliz?
En estos desafíos se zambulle Unicef con una noble campaña #PorTodosMisCompañeros: vamos a cambiar las reglas del juego. La iniciativa busca conseguir que más niños y niñas tengan salud, educación y estén protegidos en todo el mundo.
“Por mí y por todos mis compañeros es una campaña con la que invitamos a ciudadanos, empresas, instituciones y medios de comunicación a sumar esfuerzos para cambiar las reglas de un ‘juego’ que impide que todos los niños y niñas puedan tener los mismos derechos”.
“Que todos los niños y niñas crezcan sanos y fuertes es uno de nuestros principales objetivos. Por eso trabajamos para proteger a la infancia de las enfermedades más mortales, como la neumonía, la diarrea y la malaria. (…) Tener acceso a una educación gratuita y de calidad es un derecho para todos los niños y niñas. Por eso trabajamos para que todos los niños tengan la oportunidad de estudiar y optar a un futuro mejor.
Proteger a los niños y niñas que están expuestos a la explotación, abuso, violencia o exclusión es uno de nuestros pilares. Por eso trabajamos junto a familias y educadores, comunidades y otros agentes e instituciones. El año pasado contribuimos a liberar o reintegrar a 13.600 niños soldado. Compañeros como Matthew, de 17 años, que permaneció retenido durante dos años por un grupo armado en Sudán del Sur”, informan desde el sitio oficial de Unicef.
El que quiera participar puede entrar en portodosmiscompañeros.es. También invita a difundir esta campaña usando el hashtag #PorTodosMisCompañeros en redes sociales. Diseñada por gyro:Madrid (Dentsu Aegis Network) para Unicef Comité Español, la campaña levanta la bandera de su principal activo: la infancia. Por eso está protagonizada por niños y para niños que, a través de la conocida frase que todos hemos dicho alguna vez jugando de pequeños – “Por mí y por todos mis compañeros”- hace una llamada a la acción demostrando que la infancia no es un simple juego de niños.
Si eres capaz de decirle a un niño que no corra tras una quimera, que las reglas no se pueden cambiar, si eres capaz de eso, has olvidado jugar, y aunque estés escondido, nadie vendrá a salvarte de tus propios muros.
Escrito por Mónica Gabriela Pereyra, para el semanario La Opinión.