“Me cuesta leer un libro porque empiezo a inventar mis propias historias y ya no puedo seguir el papel”

Esa sentencia constituye una de las particularidades que destacan a Daniel Salto, escritor espontáneo que no recibió formación académica pero a quien la inspiración nunca le fue esquiva y lo que sabía de textos lo llevó a volar: “Títere de la sociedad”, “El efecto Penélope”, “Cartas a mi padre”, “El cadáver de Mackenna” y “Nébula” son las novelas a las que dio vida. Recibió en el 2013 un premio de San Luis Libro, a través del concurso “SLL te publica tu primer libro”. En esta nota, un recorrido por la vida de un hombre que ha tenido múltiples oficios y a quien la pluma ha perseguido.

Daniel, escribiendo en el marco de la entrevista realizada por Caminos de Tinta, porque todo momento y lugar son buena excusa...

Daniel, escribiendo en el marco de la entrevista realizada por Caminos de Tinta, porque todo momento y lugar son buena excusa…

 Lo primero que hace Daniel al llegar a la entrevista es sacar de su bolso una carpeta de la que desbordan recortes de diario, diplomas y muchas hojas de papel escritas. Hurga hasta encontrar una edición casera (del tipo recurrente en las fotocopias de apuntes universitarios) que en la tapa y en letras grande reza “Nébula”; continúa la pesquisa y da con un cuaderno que deposita sobre la mesa sin dejar de mirarlo. “Esta sería la sexta novela digamos, que acabo de terminar, a la que todavía no le he encontrado ningún título”, afirma sobre su trabajo en el presente.

Antes de conectar la primera pregunta, todavía en etapa de “romper el hielo”, él vuelve a la carga, tiene mucho por decir, es un apasionado y lo no teme evidenciarlo en cada oportunidad. “Yo primero escribo mucho, más de 40 o 50 páginas y después le busco algún título y voy viendo si la historia avanza”.

“Sí, ‘El cadáver de Mackenna’ fue a la que más rápido le encontré nombre”, explica el escritor cuando nota que sobre esa obra comenzará la entrevista. Daniel divide su tiempo con múltiples actividades, entre otras, terminar el postergado secundario en el Plan de Inclusión Educativa.

Se muestra siempre distendido y con ganas de hablar para desentrañar lo que esconden las ideas danzantes en su cabeza de escritor. Antes de proseguir con la novela premiada por San Luis Libro, gambetea la pregunta y relata sobre el argumento de su proyecto en curso, cuyo título todavía no está definido aunque le gusta “Insulina”: “Es sobre una mujer, cuya madre tiene un departamento en un edificio y se lo alquila a un investigador privado que es contratado generalmente por mujeres para resolver cuestiones de infidelidad; este investigador anota todo en una carpeta, para cada persona tiene una carpeta diferente y deja todo archivado en su oficina. La mujer que le alquila y su hija a veces le limpian el lugar y al entrar conocen su forma de vida. Cabe decir que esta mujer que renta el departamento es una mujer golpeada, engañada por el marido, y sufre muchos tormentos en su vida. Luego la acción avanza y en un momento la hija de la arrendataria descubre que durante dos días seguidos no aparece el investigador, entonces ella decide entrar y al revisar sus cosas en busca de pistas, lee las carpetas que tenía archivadas. Así se le ocurre matar a todos los maridos de las mujeres víctimas”, detalla Salto, casi sin pausa, como alguien que tiene demasiado rumiada una historia y está emocionado por compartirla.

Pero toda esa inspiración para realizar las tramas viene de diversos lugares, sus musas no son sólo de una fuente, a veces provienen de ideas que le contó la gente o que vio en algún lugar. “Tengo la manía de escribir, recapitulando las cosas que a veces a uno le dicen, amistades, conocidos, entre tantos que me han dicho cosas (de lo que yo escribo); no soy un tipo que escribe cuando se siente melancólico o cuando sufre algún pesar de la vida. Yo escribo cuando escucho una palabra, cuando veo una imagen, una rama, una fruta, con cualquier cosa escribo. No soy de esos escritores que accionan cuando les llega algún momento de tristeza o agonía, a mí me gusta escribir en cualquier estado que me encuentre, puedo hacerlo cuando estoy feliz, tranquilo, enojado, con bronca”.

Hace mucho tiempo que empezó su camino con las letras y Daniel en ocasiones como esta recorre desde lejos para mostrar cómo surgen las historias que llenan las páginas de sus libros.

Daniel Salto, un recitador natural que con espontaneidad deleita a quien le oiga.

Daniel Salto, un recitador natural que con espontaneidad deleita a quien le oiga.

¿Cómo empezaste a escribir, Daniel?

“Cuando yo escribo en realidad no soy yo el que escribe. Esto viene de un tiempo, creo que lo incorporé en forma inconsciente. Cuando yo tenía 4 años mis padres se separaron. Una vez mi padre me trajo un libro de regalo, yo tendría 10, 11 años, se trataba de ‘Las aventuras de Tom Sawyer’ de Mark Twain. Apenas se fue fue mi papá lo empecé a leer, y en otra visita suya me preguntó si iba a empezar a leer el libro, ‘ya lo leí -respondí-, muy lindo’. Al poco tiempo me trajo otro, ‘Las aventuras de Huck’ (Huckleberry Finn), que era el amigo de Tom. Y rápido noté, en la tapa, que decía Mark Twain. ‘¿Es el mismo que escribió el otro libro? -le digo- Mirá vos…”, prosigue Daniel, totalmente enfrascado en la anécdota.

“Eso tiene un significado, es el seudónimo, no es su nombre verdadero. ¿Por qué no es su nombre verdadero? Porque la mayoría de los escritores para escribir bien adoptan otro personaje en su vida, como si fuera otra persona la que escribe por ellos, entonces cambiándose el nombre se sienten esa otra persona; y así, el verdadero nombre de Mark Twain es Samuel Clemens. ‘Y Mark Twain, ¿sabés lo que significa?’, (comenta Daniel retomando el diálogo con su padre). ‘No -le digo yo, no tengo idea’. ‘Los barcos que cruzaban el río Mississippi, que era muy caudaloso y en la parte más profunda -en el lecho del río- las aspas de los motores no podían girar libremente, arrastraban los montículos de arena y algunos se rompían. Entonces, arriba del barco iba un contramaestre a quien mandaba el capitán con una vara larga e iba midiendo la profundidad del río, entonces podían avanzar, esa vara se llamaba ‘Mark Twain’’. Y yo dije en ese momento: ‘¡Yo quiero ser escritor!’. Pero bueno, me faltará poco o bastante para llegar a serlo, algunos me dicen que yo tengo que decir que soy escritor. Una profesora de literatura me dijo hace poco: ‘Vos ya pasaste la barrera de ‘escribidor’, vos tenés que decir ‘soy escritor’’. Pero me cuesta mucho, me han comparado ‘El cadáver de Mackenna’ con ‘El código Da Vinci’. Otra persona me dijo que ‘El cadáver…’ no tiene nada que envidiarle a los grandes best seller; yo no me la creo, sigo escribiendo y creo que me falta mucho para ser escritor, pero me gusta, lo disfruto demasiado”, dice con euforia.

Todo el párrafo precedente funciona a la perfección para graficar lo que sucede al hablar con Daniel Salto. Uno sabe dónde comienza su respuesta, pero es imposible predecir en qué lugar terminará su relato, que va saltando de lugar en lugar sin limitaciones temporales, conociendo personajes de lo más diversos en un frenético derrotero que resulta de lo más atractivo para el oyente predispuesto.

El escritor está en pleno proceso creativo de su sexta novela.

El escritor está en pleno proceso creativo de su sexta novela.

Tu obra “El cadáver de Mackenna” ha recibido muchos halagos por el ingenio del misterio que encierra y su estructura narrativa, ¿cómo surgió esta idea?

“Es cómico, cuando yo vengo de Buenos Aires para San Luis, en uno de los viajes -todavía no venía a vivir-, vine tres veces de vacaciones antes de quedarme aquí. Y en uno de los viajes leo en un cartel de la ruta, ‘Vicuña Mackenna, tantos kilómetros…’, me quedé pensando ‘qué nombre raro tiene este lugar’. Ya viviendo en San Luis fuimos en micro a Buenos Aires con mi señora y le digo ‘¿viste qué nombre raro tiene este pueblo?’ Algún día voy a escribir algo de Mackenna. Pasaron años, años, pero muchos años, ¡eh! (ríe). Te estoy hablando de esto hace unos 17 o 18 años”, dice Salto mientras la grabadora captura todo su diálogo sin que él parezca importarle su presencia, y continúa: “Bueno, en el 2013 presenté el escrito en un concurso de San Luis Libro, lo había escrito cuatro años antes, Es más, cuando empecé a escribirlo había escrito 10 o más páginas de una historia, y cuando quise darme cuenta había avanzado bastante y me dije ‘esto no puede morir acá, hay que seguirlo’; entonces me pregunté ‘¿qué nombre le puedo poner?’, todas mis cosas tienen título aunque escriba dos renglones. Y recordé el nombre de Vicuña Mackenna, me puse a investigar sobre el nombre y descubrí que Mackenna era un chileno que había venido a instalarse a esta parte de Córdoba, fundó el pueblo y, bueno, después escuché otras versiones, pero básicamente así nació ‘El cadáver de Mackenna’, explica Salto.

¿Qué escritores sigues, cuáles son tus libros de cabecera?

“En realidad me cuesta leer un libro y terminarlo. Generalmente empiezo a inventar mis propias historias y ya no sigo el papel. Es algo que me pasa desde siempre”, explica tímido, casi con tono de disculpas por su involuntaria rebeldía.

Cuando comienza a ser interrogado sobre algún referente puntano que sea de su interés, sencillamente ríe, ya se ha agotado el tema en esta dirección…

El escritor no se define por un género a la hora de escribir, porque además de que cualquier cosa lo puede inspirar, también en sus momentos ha recitado o ha cantado en actividades culturales. “Yo escribo cosas que no tienen conexión unas con otras. Generalmente la conexión de todas las cosas que escribo es en base al contenido social que nos muestra la vida día a día. Hubo una época de mi vida que viví entre las sombras, que fue durante la dictadura; en la mayoría de mis escritos, por no decir en todos, hago mención a esa etapa oscura, si no es de manera directa, es indirectamente. Siento que me robaron la adolescencia, interfirieron en mi adolescencia, no fui yo el que vivió esa etapa, y todo lo que vino después de eso fueron consecuencias, consecuencias que todavía pago en la actualidad”, afirma y entiende que una forma de sacar esas broncas es a través de los personajes.

En esta parte de la entrevista surgió su última novela finalizada, “Nébula”, y al momento de interpelarlo al respecto, instintivamente, Daniel retomó el contacto con el volumen que había sacado al principio y que reposaba sobre la mesa. “Pensé en una persona que está indignada y que le cuenta a alguien que no conoce lo que le pasa; a través de una red social se empiezan a contactar y con el paso de los mensajes él le pregunta de dónde es, ella le dice que vive tan lejos que ni vale la pena decirle, él insiste y ella le dice que vive en un planeta que no es cercano a la Tierra; él piensa que ella es una demente pero la mujer le empieza a contar cómo se crearon las pirámides, refiere hechos históricos y le dice que la Tierra está en peligro”, adelanta sin avanzar demasiado en la trama, e invita a que lo descubran los lectores.

Este es Daniel Salto.

Esta es una publicación de Daniel Salto en las redes sociales.

Daniel es así, pura espontaneidad, pero su camino no ha sido siempre el de un escritor frente a una máquina y letras que surgen; ha recorrido todo tipos de oficios, lo cual también han ayudado a que se materialicen personajes e ideas: “A los 12 años, cuando vivía con mi mamá, trabajé en un taller mecánico, después me fui en uno de chapa y pintura. Luego empecé a arreglar autos en mi casa. A los 16 años me llamaron para la actividad docente de la obra social, necesitaban ayudante de mecánico. Después trabajé en una fábrica de rodillos. Al tiempo empecé como acomodador en peñas folclóricas, cobraba las entradas, era mozo y limpiaba. De ahí me fui a trabajar al rubro de la construcción. Luego fui taxista, pero con el tema de los robos y la inseguridad lo dejé. Fue entonces que me vine a vivir a San Luis, sin trabajo, trabajé en la Municipalidad, entre otras cosas”.

Daniel Salto vive hace 20 años en la provincia y planea seguir escribiendo e inspirándose en los momentos cotidianos; tal vez uno de estos días alguien le cuente una nueva historia, esperando el colectivo, en el consultorio dentista, o la fila del supermercado, quien sabe, pero lo que es muy probable es que su frondosa imaginación la adopte y convierta en un pasaje a los sueños.

 

Nota: Mady / Sinforiano Digital.

Foto: Caminos de Tinta / Facebook de Daniel Salto.