María Carman: «La visión humanizada de los animales se corresponde con una visión biologizante de los humanos»

En «Las fronteras de lo humano», la escritora, doctora en Antropología Social e investigadora del Conicet expone la situación de personas que debieron resistir el desalojo de un terreno ubicado a la vera del Matanza-Riachuelo.

En «Las fronteras de lo humano» la antropóloga María Carman aborda el estigma con el que cargan los sectores más vulnerables de la sociedad, haciendo foco en los desplazados por el saneamiento de la cuenca Matanza-Riachuelo, y a la vez plantea cómo a partir del auge del ecologismo algunos grupos terminan humanizando a ciertos animales negándole esa condición a los sectores más postergados, que llegan a ser despreciados por usar caballos en trabajos que les permiten el sustento.

En el libro, editado por Siglo XXI, la escritora, doctora en Antropología Social e investigadora del Conicet expone con un original enfoque la situación de personas que debieron resistir con su propio cuerpo el desalojo del terreno ubicado a la vera del Matanza-Riachuelo, ordenado por la justicia que los consideraba «un obstáculo» para la limpieza de la cuenca.

En una entrevista con Télam Carman advierte sobre el otorgamiento de derechos a los animales en detrimento de las personas, como cuando entidades ecologistas denuncian el uso de caballos por parte de los carreros, siendo que «la tracción a sangre humana no suele merecer más que esporádicas y despectivas menciones entre buena parte de los activistas».

– Télam:¿Qué te llevó a abordar esta problemática acerca de personas que, por su condición de pobres, sufren de exclusión social?
– María Carman:
Por usar una expresión de una sobreviviente de la tragedia de Once, los pobres entregan cada día su vida al hábitat degradado, el transporte público, o a las arduas condiciones de seguridad en las que se desplazan en sus barrios. Ya Aristóteles decía que el amor al género humano se expresa en el dolor por el sufrimiento ajeno. En mi caso, busco que ese dolor se exprese en mi escritura, y que el contacto con ese padecimiento nos interpele éticamente y nos lleve a buscar soluciones para vivir en un mundo menos desigual.

– T.¿En qué se materializa el desprecio hacia los desposeídos en el caso de quienes habitaban en cercanías del Riachuelo?
– M.C.:
De múltiples modos. En el caso de los «sueltitos», ellos fueron descriptos por el primer juez a cargo de la ejecución de la causa como un obstáculo para la rehabilitación ambiental, lo cual justificó la aparición de una violencia sobre sus cuerpos y hábitats. Esas personas fueron cosificadas, reducidas a un mero cuerpo que fue arrojado sin más a la intemperie, y sin una contrapartida habitacional como exigía el fallo de la Corte. Esta aplicación selectiva de la violencia sobre los más vulnerables de la ciudad tampoco resulta novedosa: si observamos la suma de abusos, extorsiones y desalojos ejemplares que recayeron sobre los sectores populares de Buenos Aires en las últimas décadas, no sorprende que los sufrientes aislados y que cuentan con menos capacidad de movilizar recursos sean otra vez los más perjudicados. Se aplica una violencia diferencial según la cualidad humana imputada a esos moradores: es decir, se expropia la condición humana a los considerados habitantes indeseables de la ciudad para justificar el ejercicio de la violencia pública.

La tracción a sangre humana no suele merecer más que esporádicas y despectivas menciones entre buena parte de los activistas

María Carman

-T: Ante el desalojo, señalás que a algunos afectados solo les quedó responder o sostener la situación con su propio cuerpo ¿qué significa eso para esas personas y cómo reaccionaron?
– M.C.:
Analizo el caso de aquellos primeros afectados de la ciudad de Buenos Aires que fueron desalojados sin vivienda a cambio, y no tuvieron más opción que la de seguir habitando su propio cuerpo. Se trata de cuerpos que son pensados sin pasado ni rostro, o bien con un rostro homogéneo al que se le quita su existencia social y con ella, toda posibilidad de empatía. Los organismos defensores denunciaron en su momento el caso emblemático de Los Juanes, dos hombres que vivían desde hacía 22 años en una casa cedida por Prefectura en el barrio de La Boca y que ganaban alrededor de 20 pesos al día. A pesar de la intermediación de un organismo tutelar, el juez dispuso el desalojo compulsivo y la casa fue derribada. Luego de un par de días en un hotel, ellos fueron a vivir a los peldaños de una escalera, en el mismo sitio donde antes había estado su vivienda. Además de Los Juanes hubo al menos 17 casos de otros habitantes de villas ribereñas de la ciudad que fueron desalojados sin que les sea asignada una vivienda.

– T: ¿En qué se fundamenta la visión de otorgar más derechos a los animales, en perjuicio de personas vulnerables?
– M.C.:
Existe una afinidad entre ciertos argumentos que defienden la atribución de derechos a los animales, y los argumentos de quienes niegan el universo cultural de los sectores más relegados de la sociedad. Mi supuesto es que la visión humanizada de los animales corre el riesgo de corresponderse con una visión biologizante de los humanos, allanando nuevas vías de estigmatización de los sectores relegados. Por supuesto que esta afirmación no es extensible a todos los movimientos proteccionistas, pero en el caso de algunas agrupaciones en contra de la tracción a sangre se construye una oposición entre la nobleza de sentimientos del caballo y el cartonero que en apariencia no tendría sentimientos, ni educación. En este sentido, los defensores de los equinos se adjetivan a sí mismos y a los caballos con términos equivalentes referidos a la pureza de sentimientos e identifican para ambos un adversario común. Por otra parte, la tracción a sangre humana no suele merecer más que esporádicas y despectivas menciones entre buena parte de los activistas.

– T: ¿Qué peligros conlleva esta mirada y cómo es posible revertirla?
– M.C.:
Uno de los peligros de esta mirada es que la política de visibilidad del derecho animal funcione como la contracara de una política de invisibilidad de los derechos de los humanos más vulnerables. En un sentido más general, en el libro explico de qué modo el paradigma evolucionista contemporáneo reedita un abismo de clase entre los sectores medios protectores de la naturaleza y los sectores populares que impiden el proceso de liberación de las orillas o de los caballitos explotados. Si lográramos comprender e insertar los padecimientos de los sectores populares en el marco de trayectorias de más largo aliento, quizás a esos cuerpos les sería devuelto un rostro, es decir, la cifra de su humanidad.

– T. ¿Como surge la visión discriminatoria hacia los desposeídos que se ejerce desde el poder?
– M.C.:
Especialmente durante los comienzos de las relocalizaciones de la causa Matanza-Riachuelo, la concepción oficial implícita es que esas poblaciones afectadas necesitan «menos que uno» para continuar adelante con su vida, o adaptarse a un cambio de tal envergadura. No se trata, ciertamente, de la misma vara que los funcionarios de los organismos ejecutores aplicarían a su propia vida. De todos modos, las percepciones estigmatizantes sobre los sectores desfavorecidos permanecen, por lo general, implícitas, en tanto su enunciación resulta políticamente incorrecta. Los discursos públicos que legitiman expulsiones o desplazamientos de los «indeseables» de la ciudad aluden por lo general a motivos altruistas: el bien supremo de la vida de esos pobladores, la supuesta interrupción del padecimiento de esos cuerpos, la recuperación de espacios verdes para el goce de toda la ciudadanía.

Fuente: Télam.