Laura Pratto: “La poesía es la idiota de la familia”
Literatura serrana. La cordobesa Laura Pratto reflexiona sobre el arte de escribir/se. Costras, animales, fútbol y redes sociales en esta entrevista exclusiva para CdT.
_ Al escribir sobre su herencia piamontesa, ¿la nostalgia ha sido faro en sus poemas?
_ Creo que todo estaba muy vivo a la hora de escribir (me refiero a “Cría”, el libro donde esa herencia es directamente tratada por mí). No había una ausencia, no había un lugar del que sentirse lejos, no había sensación de pérdida. Con esa conciencia de proximidad fueron saliendo los poemas, me parece entonces que la nostalgia no fue mi guía. Toda la escritura de “Cría” fue caer en la cuenta del código del padre como faro, como guía. Él me infundió la poesía.
_ ¿Qué poetas le arrancaron la costra antes de tiempo?
_ No escapo al gran conjunto de poetas que fueron descostrados por la temprana lectura de escritores como Alejandra Pizarnik o Fernando Pessoa. Más tarde, ya puesta a escribir, me descostró de mis primeros poemas mi maestra Irene Gruss.
_ ¿Hay metáforas que todavía la acompañan con el paso de los años?
Pienso mucho en la metáfora animal, los animales siempre nos dan algo para mirar, como decía John Berger, siento que nunca está todo dicho ahí. Pienso mucho en metáforas de la muerte y la enfermedad, y como contracara el origen.
_ ¿Cómo apareció el fútbol en sus poemas?
_ El fútbol aparece en mi poética a través de las anécdotas de mi padre, que fue réferi y jugador. Puede ser también que como consabida metáfora de guerra haya sido un buen campo de batalla en el que librar poéticamente la cuestión de la herencia.
_ ¿Hay alguna influencia de ingeniería en sistema en sus obras?
Seguramente las herramientas de pensamiento que adquirí durante los años en que me formaba dentro de esa carrera han influido. De hecho, cuando te vas metiendo en profundidad en la zona de las matemáticas, te das cuenta de que eso que presuntamente está hecho de números, en realidad consta de letras, por ejemplo, las fórmulas de las ecuaciones. Esas materias aparentemente distantes de lo poético te piden una capacidad de abstracción que te invita a volar como cuando lo hacés con un poema. Por otro lado, en ese lenguaje sin dudas transparente yo me las ingeniaba para encontrar opacidad. Con una amiga nos divertíamos encontrando el doble sentido en los postulados que hacían nuestros profesores.
_ ¿Por qué dar talleres de poesía?
De los talleres me gusta que me encuentro con otros seres disfuncionales a su familia, dicho esto según la idea de Diana Bellessi, que me parece maravillosa, de que la poesía es “la idiota de la familia”. Nos encontramos los “fallados” de cada familia, en el sentido más celebratorio del término, y nos sentimos menos solos. La sola mención de la palabra “poesía” ahuyenta y convoca según corresponda.
_ ¿Por qué recuperar el valor de la anécdota en el poema?
Creo que en todo poema hay un núcleo narrativo, más o menos evidente. Contar y cantar. Hacerse cargo de la anécdota, primero, y luego torcerla, como dice Irene Gruss. Todo el arte proviene de la necesidad de dar cuenta de lo que nos sucede, dice María Teresa Andruetto.
_ ¿Qué hoteles demuele con su escritura?
_ Ojalá pudiera al menos ocasionar algún ligero temblor en los cimientos de algunas cuestiones que me preocupan, como la solemnidad. En mí quisiera demoler la tristeza.
_ ¿Cuál es el libro que más le costó criar y por qué?
_ Creo que el primer libro fue el más costoso, en el sentido de años cultivando la escritura como una cuestión clandestina, por ser el camino que nadie recomendaba seguir, reñido con la conveniencia. Todos esos cuadernos sufridos, por desarrollarse en forma paralela y oscura a la vida convencional, que en algún momento decidieron regalarse la luz.
_ ¿Qué lugar ocupan las redes sociales en su oficio de escritura?
_Utilizo Facebook para compartir algunas de las cosas que voy escribiendo y también como una especie de pensamiento en voz alta, como zapadas para ver si para tal lado puede andar o no, etc. Creo que siempre nos interesa el lector, más allá de que uno no escriba “para” el lector. Y como esa figura suele ser una entelequia, las redes sociales te avivan de que el lector existe. Esa constatación es al mismo tiempo satisfacción y perturbación.
_ ¿Encuentra resonancias entre la poesía puntana y cordobesa?
_ Creo que a ambas “zonas”, en el sentido saeriano del término, no las tengo lo suficientemente practicadas como para desprender o arriesgar definiciones o comparaciones. No tengo a esos paisajes, ni siquiera el propio (hay tantas zonas, atmósferas sentimentales, de la lengua, ecosistemas dentro de un mismo mapa político como el de la propia provincia), lo suficientemente “manyados”, como dicen por mis pagos.
_ ¿Cómo le gustaría que sus lectores la recuerden?
_ Me gustaría que me recuerden por la risa y por las ganas de reír y hacer reír, en esto no separo a los lectores de mis seres queridos, más allá de lo que digan los poemas.
Bio/biblio en primera persona:
Nací en San Francisco, Córdoba, en 1976. Desde hace más de quince años resido en Buenos Aires. Coordino un taller de escritura creativa en mi ciudad natal, de modalidad semipresencial, que me implica una frecuencia quincenal de viajes entre los dos puntos. La actividad del taller consta de esas reuniones grupales periódicas y las publicaciones, lecturas, reescrituras y sugerencias en un grupo de Facebook creado para tal fin. Publiqué cuatro libros de poemas: “Alcance” (2006, Bajo la luna), “El hilván” (2009, Bajo la luna), “Cría” (2009, Ediciones Recovecos) y “El menor escándalo” (2013, Ediciones Recovecos. Participé en algunas antologías con poemas y cuentos. Escribí durante un tiempo la columna “Visitas íntimas” en el diario sanfrancisqueño El Periódico.
Una de las obras de Laura…
LA AVIONETA
Estoy helada después del sueño
en el que tenías una avioneta.
Me había dormido con la ropa puesta
sobre la cama sin destender,
como en aquel año de facultad,
el primero lejos de mis padres.
Y es que a los cuarenta he vuelto
a mis dieciocho años:
el cuerpo tallado sin maternidad,
el tono alto de estar en guardia
por y para los hombres,
prendiendo todos los días ese fuego
y no el de las hornallas
-el acto de comer se descubre
en un modo solitario y yo
aprendí a cocinar como algo
que se hace para otro,
a comer como un gesto
ruidoso y conversado-,
estudiando para no trabajar
y sacando diez en esa práctica,
con seres queridos que me becan
para que ocupe una habitación
de alquiler y esté menos triste.
Otra vez durmiendo en cama de una plaza,
vestida porque he perdido el amor
por los rituales, al menos tuve un sueño
en el que te vi despegar,
y de él volví con el frío
que preserva la carne.
Nota: Acrílico.
Foto: Gentileza Laura Pratto.