Feliciano y la estacion Avanzada

Lo que pasó en las vías y sus trenes permanece en el aula de esta maestra que enseña (un poco nostálgica) con un trozo de la historia a sus pequeños alumnos lo que vivió su padre como trabajador ferroviario. Compartimos la historia de Mónica Videla.

avanzada

Hoy me toca contarles una historia muy particular: había una vez un hombre que trabajaba en el ferrocarril, su nombre era Feliciano.

Todos los días salía de su casa, con su bolso y una vianda, caminaba hasta la parada del colectivo que lo llevaba a una estación que se llamaba Avanzada.

Allí había muchos trenes que necesitaban salir a las vías y Feliciano hacía los cambios para que las máquinas pudieran salir con sus vagones.

Era una tarea muy difícil de hacer, porque ser cambista significa caminar al lado de los vagones, revisando uno por uno, enganchando cada uno para que estos no se desenganchen, cuidando que no perdieran su carga, pero también se ocupaba de hacerle señas al maquinista con una linterna que tenía tres colores: rojo, amarillo y verde, como el semáforo. Cuando el tren ya estaba listo para salir, Feliciano tomaba su linterna y buscaba el color verde para mostrárselo al maquinista.

Una noche donde la luz de la luna era muy clara, Feliciano estaba trabajando en una playa en la que había tres trenes que querían salir, pero no podían hacerlo porque Feliciano se había olvidado su linterna, revisó su bolso una y otra vez, también en su gabinete personal, y nada. «¿Y ahora qué hago?» —se preguntaba muy afligido, sentado en un escalón de una máquina muy triste pensando cómo podía hacerle seña al maquinista.

Cuando de repente escuchó un susurro en sus oídos diciéndole: «Somos nosotras, tus amigas las luciérnagas y vamos a ayudarte, prenderemos nuestros foquitos de color verde, y de esta manera, una a una fueron llegando miles y miles de luciérnagas iluminando el lugar de color verde. El maquinista puso en marcha el tren de inmediato y uno a uno los vagones comenzaron a marchar.

Que feliz estaba Feliciano rodeado de sus amigas las luciérnagas que lo habían ayudado a cumplir con su tarea.

Hoy la estación Avanzada es un lugar desierto, los trenes por allí no pasan más, sólo quedan algunos vagones y máquinas abandonadas por el tiempo esperando que alguien decida ponerlas en marcha nuevamente. Pero si alguna vez pueden pasar por ahí verán un resplandor de multicolores por las noches, son las luciérnagas amigas de Feliciano que esperan por él.

Feliciano era el abuelo de Felicitas, un ferroviario que amaba lo que hacía.

Escrito por Mónica Videla.