Expectativa existencial en los relatos de Héctor Oesterheld
Héctor Oesterheld es muy conocido por su célebre, y no menos genial, novela gráfica, El eternauta. Pero es muy cierto también que cultivó con una maestría desconocida los relatos cortos. Algunos de los que se presentan aquí.
Su trascendencia siempre se debió a los guiones que dieron forma a las historietas (mejor digamos literatura gráfica) icónicas de la narrativa argentina del siglo XX, pero hoy, a cuarenta años de su detención y desaparición, comienzan a conocerse (incluso en ediciones) la totalidad de sus cuentos, microrrelatos y otros escritos.
Oesterheld es autor de una narrativa intensa y muy humana en la ciencia ficción, tanto que a veces me parece que el destino real, como si fuese un dios de la mitología, leyó sus historias y se empeñó en destrozarlo (valga el terrible verbo) como lentamente, como Zeus con Prometeo. Cabe mencionar que estando detenido le mostraron las fotos de los cuerpos de sus cuatro hijas torturadas y asesinadas en la clandestinidad.
Leer su obra hoyes una forma de no perderse en lalucha epistémica que deberíamos librar a diario pensando en su angustiante condición de intelectual y artista víctima de la opresión física y metafísica.
Estos son algunos de sus relatos.
EXILIO
Nunca se vio en Gelo nada tan cómico.
Salió de entre el roto metal con paso vacilante, movió la boca, desde el principio nos hizo reír con esas piernas tan largas, esos dos ojos de pupilas tan increíblemente redondas.
Le dimos grubas, y linas, y kialas.
Pero no quiso recibirlas, fijate, ni siquiera aceptó las kialas, fue tan cómico verlo rechazar todo que las risas de la multitud se oyeron hasta el valle vecino.
Pronto se corrió la voz de que estaba entre nosotros, de todas partes vinieron a verlo, él aparecía cada vez más ridículo, siempre rechazando las kialas, la risa de cuantos lo miraban era tan vasta como un temporal en el mar.
Pasaron los días, de las antípodas trajeron margas, lo mismo, no quiso ni verlas, fue para retorcerse de risa.
Pero lo mejor de todo fue el final: se acostó en la colina, de cara a las estrellas, se quedó quieto, la respiración se le fue debilitando, cuando dejó de respirar tenía los ojos llenos de agua. ¡Sí, no querrás creerlo, pero los ojos se le llenaron de agua, d-e-a-g-u-a, como lo oyes!
Nunca, nunca se vio en Gelo nada tan cómico.
Hay en este cuento una reminiscencia al nacimiento del nazareno en Belén, ese que nos cuenta la biblia. Lo que es debemos hacer, como intérpretes, es dotarlo de las explicaciones que nosotros queramos. Personalmente tomó la scifiction como constructo de todos los saberes posibles: los científicos y los religiosos, quizás es eso lo que en el fondo se debate el ser humano en cada palabra.
GÉNESIS
“Y el hombre creó a Dios a su imagen y semejanza.
Y hubo amor, y placer, y virtud en el mundo. Y los días fueron largos, demasiado largos.
Entonces el hombre creó al Demonio, a su imagen y semejanza.
Y hubo así amor y odio en el mundo, placer y dolor, virtud y pecado.
Y los días fueron cortos, muy cortos.
Y fue bueno vivir”
Y nuevamente nos preguntamos por el origen o la existencia de nuestro mundo físico y el que no lo es. La conciencia humana es una terrible cadena de ansiedades, pero también de convicciones, ¿quién no se ha preguntado alguna vez por las fuerzas que nos gobiernan? En el caso de que existan, no sabemos si pueden ser ordenadas. La vida es buena, y coincido con Oesterheld, porque hemos descubierto que no hay tales dioses o tales demonios, pero sí hay tales mitologías, y las creamos para permitirnos la trascendencia.
CIENCIA
En algún lugar de los vastos arenales de Marte hay un cristal muy pequeño y muy extraño.
Si alzas el cristal y miras a través de él, verás el hueso detrás de tu ojo, y más adentro luces que se encienden y se apagan, luces enfermas que no consiguen arder, son tus pensamientos. Si oprimes entonces el cristal en el sentido del eje medio, tus pensamientos adquirirán claridad y justeza deslumbrantes, descubrirás de un golpe la clave del Universo todo, sabrás por fin contestar hasta el último por qué.
En algún lugar de Marte se halla ese cristal.
Para encontrarlo hay que examinar grano por grano los inacabables arenales.
Sabemos también que, cuando lo encontremos y tratemos de recogerlo, el cristal se disgregará, sólo nos quedará un poco de polvo entre los dedos.
Sabemos todo eso, pero lo buscamos igual.
Antes de decir muchas cosas, debo decir que es mi relato breve preferido (suponiendo que jugamos a hacer una lista) o al menos el que hoy considero más bello, no solo en la escritura de Oesterheld, sino de muchos autores que he leído.
Por momentos se me cierran los caminos cuando llego al final y entiendo que todas las preguntas existenciales no tienen respuesta, pues en esta metáfora está contenido lo que todos sospechamos: en realidad resulta imposible conocer el sentido de las cosas. ¿O será que lo sabemos? Que no hay tal sentido y depositamos la fe y la esperanza en “un cristal muy pequeño”. El cristal es el símbolo, cada uno de nosotros imagina lo que necesita.
AMOR
Desnudos, se hacen el amor delante de la chimenea.
El resplandor de las llamas les caldea la piel, los cuerpos son un solo, rítmico latido.
Un solo, rítmico latido cada vez más pujante.
Por fin, el paroxismo.
Agotados, los tres cuerpos se desenroscan lentamente, las antenas se separan. Las llamas se multiplican en las escamas triangulares.
Y, por último, dejo lugar al sentimiento más hermoso que (¿hemos creado?) nos alcanza. Porque quizás todo es incertidumbre, desde que tomamos uso de razón y en adelante, pero tenemos certezas. El relato nos universaliza, nos iguala y nos recuerda que todavía cultivamos las relaciones de vida, y hasta se anima a interpelarnos dejando entender que, si hay otras manifestaciones de vida, compartimos la angustia, pero tenemos el camino del amor.
Nota: Federico Menseguez para Anatomía Urbana.