Espionaje sobre la épica urbana
El autor de Arquitectura y Ciudad habla del desdeñado lazo de las urbes con la cultura popular y sus mitologías.
Director del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas (IAA) de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, Mario Sabugo nuclea investigadores interesados en temáticas referidas a la historia de la arquitectura, el hábitat, la ciudad y los diseños. Arquitecto y Doctor de la UBA, Sabugo es uno de los principales impulsores del modo plural y transdiciplinario que caracteriza a las producciones del Instituto. En esta entrevista conversamos sobre Arquitectura y Ciudad: imaginarios fronterizos (Editorial Diseño), libro que editó junto con la arquitecta Valeria Bril y en el que también escriben los investigadores Raúl Campodónico, Rodolfo Giunta, Ariel Gravano, Miguel Guérin, Héctor Palma, Maximiliano Salomón, Gabriela Sorda y Johanna Zimmerman.
–Las fuentes analizadas en el libro van desde las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt hasta la filosofía de la ciencia, pasando por textos de Le Corbusier o Gottfried Semper. Es notable la intención de integrar y desjerarquizar géneros discursivos diversos, que no suelen dialogar con frecuencia.
–Sí, por eso hablamos de imaginarios fronterizos: porque nuestro equipo de investigación pretende colocarse en la frontera que separa el campo institucional y disciplinario de todo aquello que no lo es. En el campo disciplinario hay un imaginario o universo simbólico que provee las metáforas básicas y sustenta los discursos “oficiales” de la arquitectura, los diseños y el urbanismo. Pero fuera de ese campo hay una multitud, un océano, de discursos alternativos que dicen otras cosas muy diferentes a través de múltiples géneros discursivos, como los artísticos en primer término, incluyendo la literatura, el cancionero y hasta el habla cotidiana. Nuestra intención es poner de manifiesto que la realidad no puede reducirse a la que dibujan los imaginarios disciplinarios y que las mismas disciplinas, si no observan esta limitación, se encontrarán una y otra vez ante continuas perturbaciones que, con sus propios instrumentos teóricos, serán siempre imprevistas, y lo más grave, inexplicables.
–Tu trabajo «Metáforas porteñas: apuntes para un corpus simbólico de la Ciudad de Buenos Aires», incluido en el libro, analiza distintas visiones de nuestra ciudad. ¿Cuáles son las metáforas urbanas que encontraste?
–Encontramos desde las más conocidas, como “Atenas del Plata”, hasta otras no tanto, como la “Señora de la navegación de cien ríos”, que es imagen de Sarmiento. En general puede observarse que las metáforas épicas son las predominantes en el siglo XIX, pintando una Buenos Aires que se sobrepone a todo y gobierna todo, mientras que en el siglo XX los colores se oscurecen y las metáforas pasan a ser antagónicas (como la ciudad de la gallina y la lechuza de Leopoldo Marechal) o directamente irónicas, como la “Cabeza de Goliat” (de Ezequiel Martínez Estrada). Aunque hay otra antigua, la “Gran Aldea” (de Lucio Vicente López), muy estudiada por Rodolfo Giunta, que hoy por hoy tiende a interpretarse en forma épica, pero que en el contexto de la novela que titula se advierte que, por el contrario, es muy irónica respecto a una ciudad que ha crecido en lo material pero que no ha logrado el mismo avance en cuanto a otros valores morales o culturales.
–¿Podríamos decir que en el corpus simbólico que trabajaste Buenos Aires es mujer?
–En el terreno de las ciudades predomina el género femenino, son de ese género términos como “ciudad”, “urbe” y “aldea”. Otro caso es la voz “metrópolis”, que en última instancia quiere decir “ciudad madre”. Buenos Aires es también de ese género al participar en esas mismas voces e incluso en sus metáforas, como “Reina del Plata” en el tango de Manuel Romero o “Novia del Futuro”, en la novela Megafón o la guerra de Marechal. Sería interesante elaborar una interpretación de esa hegemonía del género femenino en el léxico específico.
–También indagaste, en tu tesis doctoral, sobre cómo aparece el barrio en los imaginarios de la cultura popular rioplatense. ¿Cuál fue el hallazgo que más te sorprendió?
–La tesis fue una oportunidad única para ponerme a estudiar de manera razonablemente exhaustiva una serie de preocupaciones que ya tenía, relacionadas con los imaginarios del habitar. Y todo el trabajo documental lo hice a partir de las letras del tango. Creo que lo más interesante para mí fue pasar de una idea puramente polisémica del término barrio a una idea simbólica, como diría Umberto Eco. Yo hasta entonces pensaba en el barrio en dos sentidos: como un territorio físico o como una entidad de carácter social. Estudiando el tango me di cuenta de que es todo eso pero que, en el plano de lo simbólico, puede suscitar muchas otras significaciones que se abren en constelaciones muy complejas. Creo que un gran hallazgo fue la ruta operativa que me marcó la Semiótica y filosofía del lenguaje de Eco, mientras que la ruta filosófica fue principalmente la de Cornelius Castoriadis.
–En ese y otros trabajos tuyos tienen mucha presencia ciertas preguntas referidas a la cultura popular, ¿de dónde surge esa inquietud?
–A mí me parece que uno de los problemas más graves que tiene la arquitectura hoy, y por eso mi énfasis en las cuestiones vinculadas con la cultura popular, es esa especie de creciente autismo que hace que la arquitectura parezca un conjunto de objetos extraños, que de vez en cuando caen en una ciudad. Y que los habitantes tienen que observar resignadamente lo que a los arquitectos celebrities se les ha ocurrido poner ahí. Es catastrófico lo que está pasando con esa arquitectura. Y en nuestra Facultad la cuestión del vínculo de con la cultura popular no es lo que prima. Por eso nuestros trabajos de investigación buscan mirar más allá del campo disciplinar. Pero no solo mirar a otros campos sino ver a los que están afuera, a los que no son ni arquitectos ni académicos de otras áreas: mirar el mundo real, prestar más atención a los que nos rodean.
Revista Ñ.