«El peso de la luz en la mano»: Agüero según Romero Borri
Gustavo Romero Borri no necesita demasiadas presentaciones. Entre los autores de San Luís es quizás uno de los más destacados. Es poeta, aunque personalmente debería calificárselo también como «hombre de la cultura» en la profundidad que debería tener ese término. Tiene varios libros de poesías publicados como «Cartas a la montaña», «Ecce Puer», «Cárcel de luz», pero tal vez se lo conoce de forma más masiva por el libro «Iluminados por el fuego», escrito en coautoría con Edgardo Esteban, sobre la Guerra de Malvinas. En el último tiempo nos llevó a recorrer la historia de la poesía de San Luis con «El viaje del poema», donde compiló obras desde el nacimiento de la conciencia cultural de San Luis hasta nuestros días.

«El peso de la luz en la mano» fue presentado en Villa Mercedes.
En el noche del viernes se dio cita en el Boliche «Don Miranda», en la tradicional Calle Angosta de Villa Mercedes, para la presentación de «El peso de la luz en la mano», un ensayo literario sobre el credo poético de Antonio Esteban Agüero. Como autor, Romero Borri pretende brindar una visión personal de este poeta puntano partiendo desde su experiencia como lector, para analizar ciertos aspectos de su obra. Pero antes conversó con Caminos de Tinta, para hablarnos de su nuevo trabajo sobre el mayor lírico de la literatura puntana.
—¿Por qué tomó la decisión de escribir sobre Antonio Esteban Agüero?
—Porque me di cuenta que desde muy joven estuvo presente en mi vida. La primera conferencia que di fue a pedido de los directivos de la escuela Juan Pascual Pringles, de San Luis. Yo tenía 18 años, y como sabían que me interesaba la literatura, me pidieron que lo hiciera. Agüero había estudiado en esa escuela, y en ese entonces, en 1980, se cumplía un aniversario de su fallecimiento. Ahí hablé de él, y después, cuando me fui a Buenos Aires, también hablé de él. Después volví, pero nunca dejé de leerlo, hasta he escrito notas sobre él. Y me di cuenta que la poesía de Agüero me había acompañado siempre. Tuve la posibilidad de presentarme a la Beca Nacional del Fondo de las Artes, y presenté el proyecto de escribir este libro: «El peso de la luz en la mano». Gané la beca así que durante todo un año me puse a escribir, a hacer síntesis, en realidad, porque lo tenía bastante pensado.
—¿Por qué considera que fue hacer una síntesis?
—Traté de reunir, de sintetizar, de explicarle quién era él a un lector que no lo conoce. Quise contarle, incluso a un lector que no sea de San Luis, ni siquiera del país, quién era Agüero y cuál era la motivación mayor de su espíritu. Cómo era su poética en los años sesenta (que fue el grado mayor de su personalidad literaria). Entonces me paré sobre esos ejes y traté de escribir un libro ameno, que no fuera muy extenso para no agobiar al lector, y que de algún modo le haga honor a la entrega que tuvo Agüero por su oficio. Su vocación fue realmente una entrega total al oficio de poeta, no sólo por escribir sino también por vivir poéticamente. Pagó por eso en el San Luis de entonces con sinsabores, pero también tuvo alegrías y plenitudes. Y después que falleció, lentamente fueron saliendo sus obras. Incluso en este mismo momento sus libros son difíciles de conseguir en las librerías, en la feria del libro de este año no estuvo por cuestiones extraliterarias. Me da mucha pena que un hombre tan grande, tan inspirador, esté en una especie de penumbra. Todos lo conocemos, hay escuelas que llevan su nombre, calles que llevan su nombre, pero lo importante es acceder a su palabra, porque ahí es donde está su ser, donde todavía vive, donde nos habla hoy.
—El título del libro es una cita. ¿Por qué decidió elegir esa frase?
—Agüero tiene un poema que se llama «Caminos», de ahí proviene. Y la elegí porque uno de los abordajes que hago en mi trabajo, en mi versión, es valorizar la luminosidad de Agüero. Es decir, ese mensaje matinal que tiene, diurno… No es un poeta que está escarbando en las angustias, en las nocturnidades del alma. No porque no haya sufrido, sino porque, interpreto yo, él usó la poesía para enriquecer al hombre, para alabar el paisaje, para alabar la luz, para decir (como lo dice en una prosa): «el Paraíso está acá, no lo busquen en otro lado, está en la palabra, está en el paisaje, está en los ríos, en los pájaros». Creo que su mensaje central fue ese.
—¿Cual podría ser la razón para que alguien que transmite un mensaje así quede en penumbras?
En su momento quizás su mensaje habrá resultado reiterativo para muchos. Hoy en el 2016, ese mensaje está en todos, porque tiene que ver con el cuidado de la naturaleza, con lo ecológico. Cuando él escribía sobre estas cosas y llamaba la atención, parecía un lenguaje anticuado, paradójicamente. Otro de los temas que he querido abordar en mi libro es tratar de definir y de averiguar el porqué de la vigencia de su mensaje. Porque todavía abrimos una página de un libro suyo, y late, como si él estuviera todavía en Merlo.
-¿Y cuál es el porqué de esa vigencia?
Yo creo que es porque fue un mensaje verídico, porque puso la vida en eso, no mintió, no usó la palabra como una herramienta artificial, o por dinero, o por fama, o por prestigio. La usó porque desde muy joven se dio cuenta que su oficio, su razón de ser, de vivir en la Tierra, era ser poeta. Porque a él le parecía, y lo dijo, que el poeta ocupa en la escala humana, uno de los más altos lugares, aún cuando no es muy comprendido por las sociedades.
—¿Cree que hoy sería casi como un revolucionario?
Y lo fue en el San Luis de entonces. Pero nos han dejado de él sólo la imagen del patriota, la del «Digo el llamado» o la de los poemas que se leen en los manuales de texto. Sin embargo, aunque Agüero también es ese, su obra es más amplia y tiene distintas etapas, aunque haya vivido relativamente poco, porque murió a los 53 años. De hecho otro de los objetivos que me impuse fue averiguar no sobre el Agüero mítico, ya encumbrado, sino buscar en las adyacencias de su obra, en las periferias, donde hay perlas también. En donde están sus mensajes más estéticos y más ideológicos. En la década de 1960 se vuelve un hombre con creaciones muy enérgicas (no voy a decir de protesta, porque nunca me gustó esa palabra), donde le reclama al ser humano no desatender ciertas cosas.
—Y en su propias obras, ¿cómo influyó Antonio Esteban Agüero?
No lo podría decir yo, tendrías que leer mi obra para saberlo (risas), y detectar las huellas que pueda haber de Agüero. Pero lo que sí puedo decirte es que empecé a escribir de muy joven, aproximadamente desde los 15 años, y a los 16 conocí la obra de Antonio Esteban Agüero, en una pequeña biblioteca de Concarán. Después, en Buenos Aires, quise desprenderme de ese «padre» literario que fue. No quería quedar muy influido por su mensaje y empecé a leer a otros poetas grandes, con otras estéticas, con otras experiencias. Supongo que es normal; cuando uno es joven se pelea con su padre para construir su propio yo. Lo retomé después, cuando ya me sentí con una personalidad literaria propia, y como lector simplemente. Pero sí hay huellas… bienvenidas sean, porque me honraría.
—Además de este libro, ¿vamos a encontrarnos con nuevas publicaciones suyas próximamente?
Ahora voy a empezar a escribir sobre otro poeta. Me entusiasmé con este libro de Agüero, porque ha sido bien recibido en los lugares donde lo he presentado. Creo que porque he tratado de hacerlo amistoso para con el lector, y mostrar a Agüero desde nuestro siglo. Él es un escritor del siglo XX, pero mi propósito es que el que transite por mi libro constate la actualidad de esa poesía y el valor estético que tiene. Siguiendo esa línea, me estoy ocupando de otro puntano sobre el que también escribí mucho: César Rosales, un poeta que nació en San Martín, y que tuvo que irse por razones de orfandad, que vivió en Buenos Aires, y que toda su obra, premiada y muy reconocida en ámbitos nacionales, es una sonata permanente a su tierra y a su infancia en San Martín. Era un hombre culto y tenía un lenguaje altísimo que prácticamente inventó una manera de hablar de su tierra. Me voy a ocupar de él, ya es una decisión tomada. Mi próximo libro, supongo que será ese, sin dejar de lado los temas sobre los que suelo escribir.
—Se ha involucrado en el rescate de los poetas del pasado de San Luis…
Es que la poesía para mí es como una plegaria. Por esa razón hice este nuevo libro. Me gusta estudiar al otro, admirar al otro y tratar de replicarlo con el ensayo literario. Me gusta hacerlo porque también me activa mi propio pensamiento, mi propia interpretación. Es una convicción. Y está bueno que como poetas nos dediquemos también a rescatar a nuestros colegas porque los estamos honrando, los estamos trayendo a nuestro tiempo, les estamos diciendo: «Miren, los queremos. Queremos que compartan nuestro tiempo con nosotros porque para eso escribieron». Me siento muy satisfecho de hacer ese trabajo. Quizás haya gente que considere que no hay que ocuparse de quien ya no está, pero yo lo hago como si fueran verdaderos amigos. No es rescatar reliquias de un museo. La cultura no se hace aisladamente, es una cadena de voces.
Escrito para Caminos de Tinta por Kafka Tamura.