El hombre que nunca se fue…
Enero recién alcanzó a girar la página y el 2017, como La Carolina y Juan Crisóstomo Lafinur, se viste de oro y de gala por el 220º aniversario del natalicio del prócer puntano. Desde Caminos de Tinta te invitamos, querido lector, a recorrer del brazo la fiesta que ya ha comenzado.

El gran filósofo puntano nació hace 220 años.
«Escucho el gong del reloj que marca las dos de la madrugada. Yo velo en esta penumbra interrumpida apenas por un ladrido lejano, por el rodar de un coche en la acera. Eulogia seguramente duerme en la habitación vecina. No resultó fácil convencerla de que así era mejor. La he notado muy desmejorada. Casi no cierra los ojos, temerosa de que mi pecho deje de respirar. ‘Me ayudarás más si estás descansada durante el día’, le he dicho. La pobrecita debe multiplicarse para atenderme, recibir las explicaciones del médico, estar pendiente también de que las visitas no se queden más de lo permitido. Y en eso es inflexible. No quiere que malgaste mis menguadas fuerzas. De todos modos sé que todo es en vano y que estoy en el umbral, que muy pronto seré uno más en esa dimensión donde el pasado, el presente y el futuro se entreveran y ya no se puede distinguir cuál es cuál. Prueba de ello es la visita que recibo cada noche cuando todo está en calma. Él llega, se sienta a los pies de mi cama y me conversa. Confieso que al principio me agitaba cuando me quedaba solo. Pensaba que era un delirio de mi enfermedad. Pero no. Ahora he aprendido a aceptar aquello que para los sentidos resulta inaceptable. Estoy viviendo lo que con tanto afán enseñaba en mi curso: hay un tiempo todas las noches en el cual creo ver lo que no veo, tocar lo que no toco. A este tiempo le llamo sueño; e ilusiones a las percepciones probadas en él. – ¿Y quién me ha asegurado que yo duermo siempre? Si el sueño en cierto grado puede causar ilusión que la vigilia hace descubrir, quien me ha asegurado que la vigilia misma no es otra especie de sueño, del cual me desengañara otro estado diferente que pruebe? ¿Y acaso la poesía no es un territorio de fantasmas, un apostadero de seres que salen de nuestros delirios nocturnos? ¿De dónde surgen ellos? ¿No son acaso sensaciones del alma? La nocturnidad es peligrosa. Recuerdo aquellos versos de François Villon: ‘Mis días rápido se han ido… De alguna tela los hilos cuando el tejedor tiene en su puño ardiente paja. Mis mayores tristezas han pasado,/ ya no me acaloro más por ellas’ dice también. Igual me sucede a mí, que estoy todas las madrugadas con el corazón alborotado esperando la visita».
Así cuenta Paulina Movsichoff del sufrimiento de uno de los más grandes próceres puntanos que cada vez estaba más cerca de ese 13 de agosto de 1824 en su libro «Juan Crisóstomo Lafinur – La sensualidad de la filosofía«.

Tapa del libro de Paulina Movsichoff.
Debía haber un mujer capaz de sentir y admirar, que pudiera contarnos por medio de la ficción y en primera persona, qué le sucedió a Juan Crisóstomo Lafinur entre el ocaso y la tristeza de saberse muerte. Un 27 de enero de 1797 nacía en La Carolina, que ya sabía de oro pero que no esperaba que entre sus calles un hijo la inmortalizara para siempre, un filósofo, poeta, periodista, músico y soldado.
A los 22 años ya era amigo de Manuel Belgrano y había ganado un concurso de la Cátedra de Filosofía en el Colegio de San Carlos. Estudió en Córdoba en el Colegio Montserrat y se graduó de bachiller, licenciado y maestro en Artes y Filosofía. En 1814 fue expulsado de la universidad y se incorporó al Ejército del Norte al mando del mismísimo general Belgrano. Fundó la tribuna periodística con «El curioso» y fue desde entonces que sus palabras le costaron el exilio al país trasandino. Sostener lo que decían Locke, Condillac, Destutt de Tracy causó descontento en la Iglesia, como era de esperarse.
Con esa convicción que sólo da el amor en lo que se cree, participó en la Sociedad del Buen Gusto del Teatro donde trataba de hacer llegar al público ideas revolucionarias, junto al gran Morante. En Chile conoció a la mujer que lo sostendría hasta sus últimos días, Eulogia Nieto, y con ella se casó. Allí también completó sus estudios de Derecho y escribió en los principales diarios chilenos: «El Mercurio», «El liberal», «El interrogante».
Ricardo Rojas, que como buen lector supo ver un gran escritor, considera que su literatura pertenece al género de la poesía de asunto heroico y político, y resalta: «Este abnegado y notable puntano, pertenece a la Generación Neoclásica de Mayo junto a Esteban de Luca, Juan Cruz Varela, Vicente López y Planes, Juan María Gutiérrez, entre otros». Lafinur exaltó poéticamente los episodios de la epopeya nacional entre los que se destacan: «Oda a la jornada de Maipo»; «Oda a la Libertad de Lima»; «Canto fúnebre», «Himno Patriótico»; «A ella»; «A una rosa». También dejó entre su obra una tesis: «Curso de Filosofía».
Juan Crisóstomo Lafinur se fue despidiendo de su cuerpo, pero como toda la literatura que es inmortal y ulterior, no deja de renacer en cada lectura y se lo puede encontrar todavía recorriendo los pasillos del Museo de la Poesía. Allí vive eternamente y se viste de oro el «Hijo de La Carolina». El museo atesora 1.700 manuscritos originales y unos 900 libros en la biblioteca.

El Museo de la Poesía, en La Carolina.
Son la letra y la palabra lo que jamás dejarán que Lafinur se aleje de su Patria, de su pueblo, de su gente. Jorge Luis Borges, su sobrino nieto que también como él llevó en su sangre el linaje guerrero y que jamás abandonaba la biblioteca, lo mantiene vivo entre los versos de su poema «Juan Crisóstomo Lafinur» , en las páginas de «La moneda de hierro».
Pero Lafinur además está vivo y escondido junto a Locke entre las monedas de Tlön. Paulina Movsichoff escribió un libro en el que en primera persona se atreve a rearmar, recordar y a hacer renacer cada momento del prócer puntano, un libro que bien haría falta que circule por las bibliotecas escolares y que pudiera reeditar San Luis Libro.
La autora le contó a Caminos de Tinta: «Encontré en él, a pesar de haber nacido en los albores del siglo XIX, un hombre del futuro. Hizo suyas las ideas del sensualismo con lo que divulgó la teoría de que el hombre era sólo a través de los sentidos. Fue un poeta y eso también me hizo sentir afinidad con su persona, además de músico. Fue un contraventor que enseñó en su cátedra en español desafiando la orden de dictarla en latín. En fin, una personalidad fascinante que me tuvo absorta durante casi diez años».
El 2017 se erige con el orgullo de ser el año del 220° aniversario del natalicio de Juan Crisóstomo Lafinur, es el año que lo verá discutiendo largamente con Borges padre sobre filosofía «y conjurando esa falaz teoría/ de unas eternas formas en la mente». Porque si hay algo que como puntanos, hijos de la Patria que vio crecer a grandes próceres (y que jamás se nos olvide), debemos hacer es releerlo para que nunca deje de ser inmortal, releerlo para verle los ojos de otro lado del incierto espejo, releerlo para no olvidar que el linaje guerrero pero también el intelectual tiene genes sanluiseños.
Nota para Caminos de Tinta: Emma S.
Fotos: ANSL / Internet.