De los que felizmente saben escribir
Se está desarrollando en Villa Mercedes una interesantísima Feria del Libro. Vale la pena concurrir.
Vale la pena leer. Hay que impulsar. Sirvan estas líneas como un modo de comenzar a celebrar esta fiesta de escritores, libros y lectores. Una fiesta para todos. Hay pocos placeres como escribir bien. Hay pocas sensaciones tan plenas como la de descubrir que se han encontrado las palabras justas para decir lo que se quiere decir. Para describir, para hacer sentir, para vivir una sensación, para revivirla. Para motivar. Para despertar los mejores y los peores sentimientos.
Es profundo el placer de contar con plenitud. Para transmitir. Para incorporar al lector en un mundo distinto, armado con cada palabra, en cada párrafo. Es ser capaz de acompañar, de hacer reír, de hacer llorar, de conmover, de crear un clima, de destrozarlo.
De hacer temer, de hacer gozar. De despertar ilusiones. Es escribir. “¡Oh, sin duda mis buenos amigos; pero los dioses mismos han decretado que yo tuviera gran necesidad de vosotros, pues sin esto, ¿cómo seríais mis amigos? ¿Por qué habíais de llevar este título afectuoso entre miles de hombres, si no pertenecierais a los más allegados a mi corazón?…” (William Shakespeare, Timón de Atenas).
“El doctor Urbino, que creía haberlo oído todo, no había oído nunca nada igual, y dicho de un modo tan simple. La miró de frente con los cinco sentidos para fijarla en su memoria como era en aquel instante: parecía un ídolo fluvial, impávida dentro del vestido negro, con los ojos de culebra y la rosa en la oreja.
Mucho tiempo atrás, en una playa solitaria de Haití donde ambos yacían desnudos después del amor, Jeremiah de Saint-Amour había suspirado de pronto: “Nunca seré viejo”…” (Gabriel García Márquez, El amor en los tiempos del cólera).
“¿Cómo olía Laura? …repitió mientras se recordaba ingresando a Tropicana con indiferencia estudiada, saludando a Laura como si nada hubiera sucedido entre ellos.
Invitándola a bailar cuando llegaron los lentos y la orquesta interpretaba temas de Antonio Prieto y Los Cinco Latinos…” (Jorge O. Sallenave, En fuga).
“El ubicuo y diligente censor transforma uno de los más lúcidos centros culturales del mundo en un Jardín-de-Infantes fabricador de embelecos que sólo pueden abordar lo pueril, lo procaz, lo frívolo o lo histórico pasado por agua bendita. Ha convertido nuestro llamado ambiente cultural en un pestilente hervidero de sospechas, denuncias, intrigas, presunciones y anatemas. Es, en definitiva un estafador de energías, un ladrón de nuestro derecho a la imaginación, que debería ser constitucional…” (María Elena Walsh, Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes).
“Era la casa del baile un rancho de mala muerte y se enllenó de tal suerte que andábamos a empujones: nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte…” (José Hernández, Martín Fierro).
“Con mis compañeras de la revista desfilamos lentamente con claveles rojos en las manos gritando “¡Pablo Neruda! ¡Presente, ahora y siempre!” ante las miradas enardecidas de los soldados, todos iguales bajo sus cascos de guerra, las caras pintadas para no ser reconocidos y las armas temblando en sus manos…” (Isabel Allende, Paula).
“Creo que está claro que todo lo que se ha dicho para los niños vale igualmente para todos los ciudadanos. Los ciudadanos pierden el sentido de la ciudad, de los proyectos, de las promesas, en el complicado itinerario burocrático, en la continua delegación de las responsabilidades, en la prórroga incomprensible de los plazos…” (Francesco Tonucci, La ciudad de los niños).
“Y en esto se sintió tocar un harpa suavísimamente. Oyendo lo cual quedó don Quijote pasmado, porque en aquel instante se le vinieron la memoria las infinitas aventuras semejantes a aquélla, de ventanas, rejas y jardines, músicas, requiebros y desvanecimientos que en los sus desvanecidos libros de caballerías había leído…”(Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha).
Algunas citas, de algunos escritores, en algunos momentos, en algunos lugares.
Fuente: El Diario de la Republica.