Beba y su humanidad hecha poema
Beba Di Gennaro nació en la plata en 1937 pero se radicó en San Luis en 1943. Fundamental y directa, una enfermedad le robó la poesía. Mil versos y mil razones para leer a la mujer que se fue siendo poema.
Beba Di Gennaro, la poetisa en el recuerdo.
“No es humano el sabor de tu cuerpo desnudo”. Pummm, nocaut y lección para el nuevo escritor. Beba Di Gennaro, la gran poetiza escribía así, parecía que lo hacía con esa vocecita dulce como la que usaba para leer sus poemas. Le ponía palabras simples a ideas complejas. Embebía su pluma en el corazón y lanzaba sobre el papel frases como ésa. Bienaventurados los que recibieron un piropo de semejante talante: “No es humano el sabor de tu cuerpo desnudo”, así describía Beba como de paso, como si nada, como si fuera fácil.
María Haydeé se fue este año, el 10 de marzo, a los 77. Se fue un poco, un poquito. Dejó que una enfermedad le ganara a la poesía pero Beba se fue siendo poema. Antonio Esteban Agüero le dijo que ella que era poetiza. El Capitán de pájaros la incluyó en sus milicias de palabra, de prosa, de aves y de metáfora. Di Gennaro nació en La Plata en 1937 pero se radicó en San Luis en 1943, y lo hizo para siempre.
En su poema “Mi tierra”, Beba nos dice: “Nos ponemos de espaldas para ver los ocasos/ y si el sol amanece nos encuentra dormidos”. Así pone en evidencia y mutila la contradicción innata que a veces nos embarga y nos llena de esa necesidad por transitar caminos escondidos, pero lo hace a lo Beba.
Y en otra de sus poesías escribe como sin querer y dice: “…vale más andar pobres que vestidos de invierno/ cuesta más ser de veras que empolvarse los rostros”. Pura sabiduría en verso, puro consejo directo.
El poema “Quiero hacer el amor esta noche” es muestra de valentía, de arquetipo del deseo que no tiene edad y no tiene género, poema que concluye con un: “Ya mañana oiré/ Martillando reproches/.Mañana./Pero yo tengo ganas de hacer el amor esta noche/”. Luego de los versos hay que tragar saliva, respirar hondo y decir: “Ya mañana oiré martillando reproches” pero hoy haré lo que me venga en ganas.
De “Las vírgenes negras” nos dejó: “Me han amado/ estrujándome los sueños/Me ha amado anudando/ mis ventanas. Me han amado a la luz/ desde una nube/ con el hijo/ la sed y la esperanza”. Poco que agregar, mucho que admirar.
En el poema “El Otro Río”, describe y escribe: “El río, el otro río, aumenta su arrebato/ las crines de sus olas, los sahumerios de barro/ y enumera tablones, troncos, puertas, terneros/ en el ‘vilo’ mojado/”. Directa metáfora con la que retrata la bravura del río en la que signa “las crines de sus olas” para ejemplificar cómo una crecida puede ser poesía.
Y en “Demasiada lluvia” relata: “el relámpago trueno pegado en la prosecución/ preanuncia una centella enloquecida,/ los húmedos cabellos huelen a musgo/y los besos se dan con labios empapados/ el sudor y la ropa visten unidos…”. Esto último, “el sudor y la ropa visten unidos” provocan ganas de flagelarse con un diccionario. Tanta descripción en tan pocas palabras.
Antes de irse, llena de toda lucidez dejó sus “Instrucciones para mi muerte” y dijo: “… y que en vez de velones haya estrellas/ que permitan que el viento me despida/ que en lugar de rezar digan poemas/ y que me inviten calandrias al entierro si es que quieren hacerlo a mi manera”. Beba se fue, pero sus poemas están, sus palabras, su hidalguía.
Beba, se fue, pero no tanto. Vive en los libros.
Por Gabriel Casari
Fuente: El Diario de la República.