Una historia hecha cuento con final feliz por partida doble

Ramón Walterio Godoy Rojo tiene 86 años y escribió hace mucho tiempo, “Historias de mi club”, relato verídico que se centra en Concarán donde pasó parte de su infancia y adolescencia. Tiene al fútbol como epicentro y a un protagonista que su rol en esta historia, le cambió para siempre la vida.

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SLDES comparte con sus seguidores esta historia verídica que nos aportó Ramón Rojo de sus recuerdos de adolescente en Concarán.

Historias de mi club: partido inolvidable

Concarán ese día viernes, presentaba un movimiento inusitado. Era 19 de septiembre, víspera de las fiestas parroquiales y se daban cita vendedores ambulantes de todo tipo que aprovechaban la gran concurrencia de feligreses para vender su mercancía.

Como todos los años, el 20 de septiembre culminaba la manifestación de fe con la procesión de la Virgen de los Dolores alrededor de la plaza. Luego seguía la serie de entretenimientos preparados para chicos y grandes que los recibían con gran entusiasmo por esa razón, esa fecha era esperada con mucha ansiedad.

Había esta vez,  un motivo más para realzar los festejos: se definía el campeonato de fútbol entre los archirrivales: los locales con su club BAP y los de Santa Rosa  con el Deportivo Pringles. Creaba este encuentro una gran expectativa ya que el resultado era siempre muy incierto.   El cuadro local había sido reforzado para este partido con dos jugadores: el arquero y un delantero, pertenecientes al Club Comercio de una ciudad vecina. Ambos eran considerados excelentes jugadores.

Cuando la hinchada local vio al arquero que habían traído de refuerzo se querían morir. Era tan delgado que nadie podía imaginar que atajara bien, conociendo que el equipo visitante contaba con jugadores muy hábiles.

-“Este flaco hace menos sombra  que un alambre”, -“menos mal  que no corre viento si no, seguro que se  lo lleva” –“estamos  listos”, eran algunos de los comentarios que se hacían.

Empezó el partido a la hora prevista y todos se persignaron pidiendo  la ayuda divina para salir victoriosos en ese  encuentro de tanta importancia. En el primer avance de la visita, su mejor delantero estrelló un violento tiro en el travesaño ante la mirada atónita  de todos los  defensores, incluido el  arquero que sólo la vio pasar. Con el correr de  los minutos el partido se hizo más parejo y los locales también  llegaron con posibilidades de gol. Iba creciendo la  confianza en el arquero porque cuando le tocó actuar lo hizo con mucha seguridad. Así terminó el primer tiempo sin que se abriera el marcador.

El segundo tiempo fue muy distinto. Desde el comienzo los de Santa Rosa salieron dispuestos a ganar el partido y resultaban imparables.  El arquero era cada vez más exigido y los locales veían caer derrotada su valla en cualquier momento. Entonces, salió a relucir toda la capacidad  del arquero, atajando pelotas increíbles.  Hubo  una jugada en la que la mayoría prefirió mirar para otro lado. El mejor jugador de la visita, muy hábil en la gambeta, dejó a dos defensores en el camino y se enfrentó solo al arquero. Todos esperaban oír el grito de gol. Pero el “flaco” no se “comió el amague” y le quitó limpiamente la pelota, para delirio de la hinchada local reconociendo  que gracias al arquero se estaban salvando de una goleada.

Faltaban cinco minutos y el partido estaba cada vez más a favor de la visita que se fue con todo a la ofensiva, sabiendo que tenía muy cerca el triunfo. Hasta  el arquero estaba 20 metros delante de su arco. Son once que atacan contra once que defienden. Y sucedió lo que se  temía. En un desesperado esfuerzo para evitar la caída de su valla, un defensor cometió una infracción dentro del área chica y el referí cobró penal sin titubear. Un silencio de muerte se produjo en la hinchada local.

El goleador del equipo fue  el encargado de ejecutarlo. El referí dio  la orden. Pateó un violento tiro a media altura sobre el palo izquierdo y allá voló el “arquerito” para aprisionarla sin dar  rebote. Una ovación retumbó en el estadio festejando la hazaña increíble. Todos se abrazaban y por esa causa muchos no vieron la jugada siguiente.

Pedro, el arquero, se dio cuenta de que los jugadores del equipo rival  estaban todos adelantados y alicaídos por el penal errado.  Se apresuró a tirarle la pelota a su compañero de equipo en una jugada que la tenían preparada y que les había dado muy buenos resultados. Éste tomó la pelota en la mitad de la cancha encontrando en su camino solamente al  arquero que, desesperado retrocedía para cubrir su arco. Pero todo fue inútil. Una gambeta larga y el arco quedó solo para concretar lo que sería el gol del triunfo para el BAP en un partido que todos consideraban perdido. El flaco fue sacado en andas y algunos lloraban de emoción y de alegría.

Esta anécdota se la contó a Ramón Rojo, el propio protagonista de la historia: el arquero, apodado “Polo” que resultó ser, nada más ni nada menos, que uno de sus 12 hermanos.

Pero las cosas no terminaron ahí: gracias a su actuación, “Polo” y a través de la intervención de los directivos de BAP, no sólo se incorporó al club sino además, le consiguieron un puesto de maestro, lo que permitió radicarse y formar su familia en Concarán.

Foto: ANSL

Fuente: San Luis de elegante sport.

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