Presentaron “La imaginación sumergida”

La tercera obra de Pedro Bazán le llevó cinco meses de escritura y diez años de corrección. El humor y la tragedia se despliegan en cuarenta y tres capítulos cuya inspiración bucea entre la tradición griega y lo mejor de la novela universal. Un desafío y una declaración de principios.

La presentación tuvo lugar este miércoles en la Biblioteca “Los libros de Charlie”.

La presentación tuvo lugar este miércoles en la Biblioteca “Los libros de Charlie”.

Absurdo. Existenciales monólogos. Escenas salidas de crudos policiales. Su madre. Estos y más elementos dialogan con maestría en la nueva ficción de Pedro Bazán, nacido en Rufino, Santa Fe, que eligió el suelo puntano hace 28 años.

El hilo común es la imaginación, esa poderosa facultad que inunda también lo que aún no se escribe y que constituye el horizonte de cualquier escritor serio. Pedro, aunque reniega de las definiciones académicas, comparte con los poetas romanticistas y surrealistas el presentimiento del caos ante lo que se enuncia. Aun así, insiste en categorías, reniega del tiempo, dispersa, pare con ironía.

La novela se concibió a partir de un relato breve. Tras releerlo, y por consejo de su mujer, Pedro se arrojó frenéticamente al papel. Hace años ya que su amigo Jorge Sallenave le aconsejó ofrendarse a la literatura, porque tiene chapa.

“La escribí en cinco meses y tardé diez años corrigiéndola. En algún momento ‘La imaginación sumergida’ se me volvió absolutamente insoportable y antes de entrar en la variante del pirómano, decidí que el libro estaba terminado. Creo que disfruté ese proceso, esos años, de poner en cada línea una idea y en cada párrafo un concepto y muchas veces me sentí angustiado por no hacerlo en menor tiempo o en el oportuno, pero luego estuve conforme. Es un legado para mis hijos Gerónimo y Lupe, para sus mamás ‘Gaby’ y Paola. Quiero agradecer también a quienes se animaron a leer el libro”, expresó Bazán, quien se desempeña como jefe del Subprograma San Luis Libro.

Este miércoles, la presentación tuvo lugar pasadas las 19:00 en el auditorio de El Diario de La República, puntualmente en la Biblioteca “Los libros de Charlie”, espacio que fue puesto en marcha recientemente en homenaje a la memoria de Carlos Juan Rodríguez Saá. Asistieron amigos, familiares, funcionarios y personalidades de la cultura puntana como la profesora María Teresa Carreras de Migliozzi.

Fernando Salino, rector de la Universidad de La Punta, fue el encargado de hacer una introducción de la obra literaria. “Pedro hubiese estado encantado de pronunciar muchas de las frases que figuran, más allá de que se las haya hecho decir a algunos de los personajes, no hay ninguna duda de que es así”, consideró.

Salino definió a “La imaginación sumergida” como un excelente ejercicio de libertad: “Me gustan mucho los libros que dejan todo en manos del lector, a este libro cada uno tiene la libertad de interpretarlo como quiera, cada uno con una mirada particular; es un ejemplar profundo e inteligente”, dijo.

Con el libro en mano, el rector indicó que la obra se caracteriza por contar el final en la página 12 y todo lo que prosigue corre por cuenta de cada lector. En esas líneas el autor describe: “Al día siguiente, mi mamá tomó un cinturón de cuero del guardarropa, lo ató a una sábana que previamente había cruzado en el tirante central que sostenía el techo de su cuarto, busco una silla, se subió a ella, ajustó el cinturón a su cuello y luego de empujar la silla, se dejó balancear hasta morir”.

“Es un legado para mis hijos Gerónimo y Lupe, para sus mamás ‘Gaby’ y Paola. Quiero agradecer también a quienes se animaron a leer el libro”, expresó Bazán.

“Es un legado para mis hijos Gerónimo y Lupe, para sus mamás ‘Gaby’ y Paola. Quiero agradecer también a quienes se animaron a leer el libro”, expresó Bazán.

Salino subrayó que ese es el final de la historia, la que luego se enriquece aunque se conozca el final. La caracterizó como una historia dura, contada con un humor absolutamente entretenido, el cual fluye en muchos de los capítulos.

Según el presentador “hay sentencias inapelables propias de Bazán, lo cual es propio del autor, de dudar a los 5 minutos de esas mismas sentencias que juzgó inapelables”, como “he sido un buen hijo” o “estoy solo en el mundo en la búsqueda de unas respuestas categóricas, concretas, definitivas, a la espera de insólitos milagros”.

En la página 21 también se detuvo y citó otro párrafo: “La tierra está repleta de hombres inútiles, de seres que deambulan sin sentido, los que andan a ciegas, los que molestan, los que interrumpen, los que no conocen el milagro de pensar, los que no escuchan y que en el mejor de los casos pueden considerarse un error”.

Otra de las frases recurrentes del autor versa: “Me llamo Sebastián y no me gusta hablar con nadie, imagino y con eso me basta”.

“Este libro lo pagó Pedro Bazán y no es un hecho menor, este libro, como dije, es un ejercicio de libertad y pagarse lo que uno quiere hacer también es un ejercicio de libertad, de dignidad, de sostener sus propias iniciativas; sobre todo si sintió una necesidad tan fuerte de algo que tenía para decir”, agregó el rector de la ULP.

Afirmó Salino que a los que son ávidos lectores “nos hace bien leer obras inteligentes, profundas, interesantes, que nos dan la posibilidad de tener estas miradas, nos ayudan a entender algunas situaciones que nos enriquecen muchísimo, desde autores clásicos hasta contemporáneos”.

Bazán, en el inicio de su exposición, agradeció a Payné, al Palacio Cultural “Los libros de Charlie” y al Diario de la República: “Me une un afecto muy grande, muy profundo, he pasado momentos hermosos de mi vida y ha estado siempre presente en momentos muy importantes, así que para mí esto es una doble celebración. Quiero agradecer especialmente a María Luz Rodríguez Saá, directora de El Diario de la República y a ‘Tona’ Salino, que hace un par de meses atrás estábamos inaugurando este espacio y la verdad que es un enorme honor y un enorme orgullo estar acá otra vez, en este caso, defendiendo una obra mía”.

En su introducción le dedicó parte de su presentación a la literatura: “Quiero hacer un alegato de lecturas que fueron esenciales en mi vida y esto podría ser también la explicación de porqué escribo, porqué elijo escribir o elijo la literatura para comunicarme”.

Recordó cómo comenzó a sumergirse en el mundo de la literatura, rememoró que cuando era chico se crió en la zona rural de Rufino, en una casa de campo amplia, donde él tenía una habitación muy grande, quizás no destinada para ese fin, y donde funcionaba la biblioteca de la casa. En el pueblo, la labor rural iniciaba muy temprano en la mañana y culminaba muy temprano en noche.

“Tenían el hábito de dormir la siesta y a mí no me gustaba dormir, entonces hacía como que me iba a dormir, tenía 7 u 8 años y empezaba a indagar en la biblioteca. Ahí me encontré con cosas maravillosas que creo que me formaron y me sirvieron para el futuro”, recordó el escritor.

Entre los ejemplares detalló que había un diccionario, de edición 1948, que tenía el viejo mapa de Argentina y que era muy rico en mitología griega y romana, lo cual al autor le fascinaba.

Así, los primeros personajes que conmovieron a Bazán fueron personajes mitológicos: “Ese es el primer recuerdo fuerte que tengo de mi contacto con la literatura, después descubrí a Homero, a Virgilio. Pensé que era absolutamente normal y que todos los chicos en su casa hacían eso, después con el tiempo me di cuenta que no era tan usual y agradezco mucho a aquella biblioteca y la recuerdo con mucho afecto y cariño”.

Entre los múltiples libros que le permitieron atravesar la puerta de ese cuarto y de múltiples cuartos después, transmitió que hay algunos textos que lo marcaron y recomendó para ser leídos.

Mencionó “Los regalos perfectos” de O. Henry: “Es un relato donde lo que subyace durante todo el texto es la búsqueda de la felicidad y es hermoso; son dos personas que se aman y buscan la manera de hacer feliz al otro. Recuerdo “La Conjura de los Necios”, de John Kennedy Toole, uno de mis autores predilectos, y probablemente sea una de las novelas que más haya disfrutado en mi vida, con un personaje que se llama Ignatuis J. Reilly, difícilmente se haya concebido un personaje con tanta gracia, tanto humor y tanta profundidad a tan corta edad”. Describió que John Kennedy Toole vivió entre 1937 y 1969 y decidió quitarse la vida porque consideraba a su vida literaria un fracaso.

En otras líneas evocó a  “Los miserables” de Víctor Hugo y esos personajes absolutamente imposibles de olvidar como Jean Valjean, el comisario Javert: “Lean el libro que es una obra de arte, de cómo se puede hablar de historia, de geografía, sociología, antropología, política a través de un libro”.

“Crimen y castigo”, de Fiódor Dostoyevski, fue otro de los libros que describió: “Ese  personaje enorme de Rodión Raskólnikov que comete un crimen, en esas circunstancias y en ese contexto y en ese lugar, que cualquiera de nosotros hubiera cometido. Rodión Raskólnikov comete un crimen en la página 21 de un libro de 600 o 700 páginas y está exculpándose en el resto de la historia. Recuerdo cuentos como “Encender una Hoguera” de Jack London, un escritor injustamente considerado menor, y está ambientado en Yukón, en lo más duro y frío de Alaska.

En esa línea prosiguió con “El mensaje de la Luna” y “Grito hacia Roma” de Federico García Lorca; “El poema de los dones”, “El milagro secreto” de Borges y un texto muy pequeño que se llama “El enemigo generoso” que relata la historia de Magnus Bardfor, de la misma autoría. Trata de un rey noruego que toma la decisión de invadir las tierras británicas en el año 1193. Posteriormente se refirió a “La metamorfosis”, de Kafka, cuando una mañana Gregorio Samsa amanece convertido en un monstruoso insecto.

Gabriel García Márquez fue otro de los autores en los que Bazán se detuvo. “En el primer párrafo de ‘Cien años de soledad’, dice ‘años después, frente al pelotón de fusilamiento, cuando el coronel Aureliano Buendía había de recordar el momento en que su padre lo llevó a conocer el hielo’. Es demasiado profundo como para que a uno no se le llene la mente de imágenes y de ganas de indagar al respecto”, señaló.

Una de las frases recurrentes del autor versa: “Me llamó Sebastián y no me gusta hablar con nadie, imagino y con eso me basta”.

Una de las frases recurrentes del autor versa: “Me llamó Sebastián y no me gusta hablar con nadie, imagino y con eso me basta”.

En ese sentido, sostuvo que la literatura lo quiebra, lo emociona. Considera un error, que cometemos los adultos y que cometen los académicos, el tener cierta mirada que se disfraza de profunda a la hora de hablar de algunos temas que deberían ser abordados con mayor simpleza: “En la literatura lo que importa son las historias, los personajes y es lo que vale”.

“La imaginación sumergida” se explaya en 314 páginas y en cada uno de los personajes está dividida y atomizada la historia de su vida: “Uno de los personajes que construí a propósito fue al comisario Salcedo, como a uno de los que no quería y que a muchos les llamó la atención y le terminó resultando interesante, donde hay una parte mía oscura que en ese personaje quiero canalizar cosas que no haría en la vida real”.

El arte de tapa lo realizó el diseñador gráfico Ariel “Bachi” Fernández.

Sobre el final de su mensaje, Bazán se describió como un producto literario donde se conjugan dos fuerzas, por una parte, el haberse animado a llevarle un texto al escritor Jorge Sallenave y haber recibido una definición absolutamente cariñosa lo impulsó a escribir.

“Se conjuga con un hecho político que sirvió para darle espacio a mucha gente, soy un producto de arte de las becas denominadas BAS XXI. Gané tres veces en la categoría literatura y en la primera vez que gané sentí que estaba capacitado y autorizado, entre comillas, a escribir, por lo cual guardo un hermoso y profundo recuerdo de esas becas”, finalizó el escritor.

Su amiga, la escritora Raquel Weinstock, comparó el desafío intelectual planteado por Pedro con lo que plasmó García Márquez en “Cien años de soledad”.

El nuevo ejemplar se suma a la novela “Trece segundos sin otoño” y los cuentos “La calma”. Al final, el público le consultó a Pedro sobre la obra y el proceso de escritura. Nadie le preguntó porqué escribe. Quizás porque Bazán citaría de memoria a su querido Borges, o porque exigiría leer a Baudelaire, o porque cada noche, ante la página en blanco, sale a flote solo con su imaginación.

Fuente: Agencia de Noticias San Luis.