«La calma», compendio de cuentos, es la segunda obra publicada por el escritor Pedro Bazán, que salió a la luz en el año 2001 a través del entonces programa BAS XXI. En este título Bazán nos lleva a pasear a lo largo de 158 páginas por 16 relatos que con un estilo bien definido son capaces de reunir asesinos, traidores, enamorados, suicidas o sepultureros. En la presente revisión, un breve análisis.

«Saftawi, lo enterraste todo, qué vieron tus ojos al cerrarse». Pedro Bazán.
Como sentarse en el patio y observar sin tiempos el horizonte, esa línea vasta e inmensa, a veces interrumpida por alguna acacia, y no poder ponerle otro nombre más que eternidad; así es el camino incesante de la búsqueda de la calma.
La calma es arder en el fuego mientras las cortinas, los muebles, los recuerdos y la piel se queman. La calma es escribir el último renglón en la tierra con una pala, por llevar veintitrés años de sepulturero en San Alberto. La calma son los ruidos que persiguen a Mario que no puede gritar: “¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí… ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!”. La calma es el último susurro seductor de la muerte en los oídos de Cayetano Godino, el petiso orejudo. La muerte es el silencio cómplice ante la incomprensión de un marido que se mudó al psiquiátrico. La muerte es la esfinge que se erigió en nombre de Nefertari, a la que nunca le bastó nada. O sí.
Hay quienes entendieron la calma como esa eternidad escondida en la orilla o en algún laberinto cretense. Del otro lado, quienes asumen que la calma duerme en las misas de alguna iglesia, en la oscuridad de la noche, en las almohadas cálidas. Pedro Bazán encontró la calma oculta entre la profundidad de las palabras de cada uno de los relatos que contiene su segundo libro. Porque al final, quizás sí la calma, esa que tiene todas las anécdotas, algunas historias y tantos nombres como dueños, haya sido sobrevaluada.
Nota y foto: Redacción de Caminos de Tinta.