La escritora Raquel Weinstock comparte en la última entrega del semanario La Opinión este relato de su autoría, donde la temática elegida aborda una dura realidad social: la pobreza.
La escarcha inundará la pobreza, endurecerá manos pequeñas y también las últimas caricias de las pieles viejas. Los ranchos albergarán el frío y no habrá pan sobre la madera, que sobre un tacho, hace de mesa vacía.
En una estadística quedarán sus nombres y no habrá culpables por los pobres sin voz, ni casa ni comida. Quizás sólo una fosa común y sollozos resignados. Seguiremos marcando los días como un reloj indolente que cumple su función de marcar el tiempo.
Los poderosos se medirán los trajes de suaves telas. Evitarán el invierno en cruceros de tragos y música y sus cuerpos dorados serán una prueba delictiva más de los que dijeron pueblo y muchos, los suficientes, les creyeron.
Aun están sus rostros plenos y sonrientes pegados en un afiche en una pared descascarada y desteñida con la consigna de la felicidad eterna para todos. El ciclo se repite inexorablemente ahogándonos en la mentira.
Somos mercadería barata en oferta, aunque los latidos nos alertan que estamos vivos todavía para decir, gritar y romper cadenas que esclavizan tantos sueños y la marginación ya no golpea la puerta entra como una ráfaga furiosa de viento.
Y permanecemos ahí inermes como alfombras tantas veces pisadas. Ocultos en pedazos repartidos en la penumbra. Mientras los poderosos matan sin armas, sin mirarnos, obsesivos contando billetes en exóticas máquinas, ríen, cuentan y beben. Pero en especial ríen como las hienas amando lujuriosos, besando sólo sucios papeles verdes.
Mientras la escarcha inundará la pobreza.
Escrito por Raquel Weinstock para La Opinión.