Paisaje en ruinas después de Hamlet

El director polaco estrena “El casamiento”, la obra escrita en la Argentina por Witold Gombrowicz, en el Teatro San Martín.

Polaco también, Michal Znaniecki ya había abordado a Witold Gombrowicz en Kronos, una calma erótica, que desarrolló junto a Marilú Marini en base a los últimos diarios del escritor y que presentó en el marco de Ópera Tigre, el festival que organiza y dirige con su mujer desde hace cinco años. En la versión de El casamiento que presenta en el Teatro San Martín se puede apreciar que además de director es un reconocido puestista de ópera, ya que la música y la coreografía dicen tanto como la actuación y el texto.

El simulacro parece haber absorbido la farsa y Znaniecki prefiere ese registro. Los pupitres de Kantor cruzándose con la comedia musical hablan de repetir el pasado bajo otra forma. La guerra es pura imagen banalizada de la que surgen muertos vivos entre kantorianos y marionetas con las que levantar una representación distinta pero igual. Si el mundo es el relato de un idiota, le hacemos coro. Con el don del lenguaje ocultamos nuestra bestialidad y construimos estructuras en las que quedamos atrapados.

–¿Cuáles fueron los ejes de la obra que le interesó destacar?

–Es un texto que permite mucho juego teatral. Pero además, al preguntarme por qué hacerlo hoy y en un teatro oficial, encontré que es muy actual. Cómo se construye el poder, se erige un rey por nombrarlo, se lo instaura con la palabra y la imagen de arrodillarse ante él. Palabra e imagen que hoy manejan los medios. Por eso en la puesta aparece la estética mediática, la guerra tiene forma de Bailando con las estrellas. También me interesó la construcción de la imagen personal: se cree y se hace creer que somos lo que subimos a Facebook o a Instagram, tal como dice el personaje de Enrique: “Yo no soy, actúo mi humanidad, me puedes construir como quieras”. Al igual que Gombrowicz, que jugaba a que era un conde y algunos le creían. En cuanto al clima de absurdo al que lleva el poder totalitario, en mi país vuelve a ser actual. No es que Gombrowicz fuera un visionario sino que la historia es cíclica: no aprendemos de los errores. El futuro es el pasado que regresa, como en Opereta. Y ante esto reaccionamos hoy como Enrique: “No hay responsabilidad, no existe, nadie es responsable de nada”. Hay una forma de la política y de la responsabilidad en la obra muy vigentes. El príncipe dice “no sé qué decir porque soy un idiota” y lo aplauden; dice “no tengo dignidad” y lo aplauden. No puedo opinar sobre la política argentina pero veo que aquí se sienten identificados con muchas cosas. Cuando en la obra se dice “esta es una región maldita”, polacos y argentinos compartimos el sentimiento de nunca poder salir de un mecanismo nefasto.

Gombrowicz. “El casamiento” nació en su exilio.

Gombrowicz. “El casamiento” nació en su exilio.

–Hay además una reflexión sobre la representación.

–Sí, tanto en la política como en el teatro y en la vida. Gombrowicz fue muy moderno en su trabajo con la cita, la provocación de decir ya está todo escrito y tomo lo que me interesa a mi modo. Quise hacer lo mismo en teatro, así como él dice “esto es un poco Shakespeare, un poco Calderón”, yo juego con que de pronto parece Kantor, luego Pompeyo o un Beckett hecho en los 80. También con los registros de actuación es interesante la confrontación entre un actor clásico como Roberto Carnaghi y uno que viene del teatro independiente, como Luis Ziembrowski. Por sus mismos personajes tienen que investigar esas diferencias. Apliqué lo que trabajo en mis clases en Varsovia y en Milán: improvisaciones mezclando lo real y lo ficcional al punto que no se los pueda distinguir. Fue muy útil para trabajar la representación y la verdad. Por ejemplo, el personaje de Enrique quiere ser un Hamlet más natural pero ante un rey que él mismo construyó artificialmente. Otro personaje se sienta entre el público a observar lo que hacemos, es como la verdad del espectador. Además, Gombrowicz llevó esta reflexión a la vida cotidiana, a la honestidad o hipocresía de las relaciones que construimos, en las que las palabras esconden lo que pensamos y lo que pensamos esconde lo que sentimos.

–También aparece la mujer como construcción del hombre.

–La obra es actual también en que presenta a esta mujer golpeada, violada. Aunque Gombrowicz era un poco misógino: no le dio recursos para cambiar su situación, el personaje de María apenas tiene tres frases e Yvonne ninguna. Incluso para la actriz es casi humillante, así es que con Laura Novoa hicimos que de ese silencio surgiera una fuerza y dejamos un final abierto. Al concluir El casamiento podría comenzar la historia de la sobreviviente María. Las mujeres mudas, que observan esa locura masculina de ir a la guerra y ser dictadores, podrían tomar la palabra y modificar las cosas. El tema de la palabra hacedora aparece en su aspecto negativo, María fue violada pero con decir “no es más violada” se oculta mágicamente el problema. Sin embargo, la palabra también podría liberar.

–¿Esta versión irá a Polonia?

–Seguramente al Festival Internacional Gombrowicz. En este momento hay dos versiones de El casamiento en mi país porque su vigencia resurgió ante el regreso de la censura y otras faltas de libertades y la vuelta de un sexismo increíble en 2018: se vuelve a decir que la mujer no debería trabajar ni tener cuenta bancaria. Cuando recuperamos la libertad hace 25 años hubo una explosión de los textos de Gombrowicz que habían estado tanto tiempo prohibidos. Del mismo modo que al caer el muro apareció una mesa con bananas en cada esquina, porque durante décadas no habían pasado la cortina de hierro. Los textos de Gombrowicz parecieron perder su fuerza al no encontrar contra qué resistir. Ahora vuelven.

El casamiento, de Witold Gombrowicz 
Dirección: Michal Znaniecki
Lugar: Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530)
Funciones: miércoles a domingo a las 20

Revista Ñ.

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