«Mi Feria del Libro». Relatos y memorias en primera persona

Diez miradas sobre el mayor encuentro cultural del país, que abrirá sus puertas el jueves próximo, ese espacio en el que los lectores se vuelven visibles y las librerías se hacen una

Ilustración: María Elina Méndez.

Un autor descubre en los lectores ecos misteriosos de sus libros; un editor evoca la historia política argentina en distintas ediciones; una escritora encuentra allí, visible, la red de profesionales y creadores que sostiene la lectura. La Feria del Libro, que abrirá sus puertas el jueves próximo, es el lugar de encuentro e intercambio entre autores y lectores, de descubrimiento de escritores. Es también un evento que algunos rehúyen y que otros padecen, pero en el que inevitablemente reinciden al año siguiente. Aquí, diez escritores y editores ofrecen sus miradas sobre el principal encuentro cultural del país.

El misterio de los lectores

Eduardo Sacheri

Escritor

Ernesto Sacheri
Ernesto Sacheri.

«Antes de convertirme en escritor nunca fui demasiado afecto a visitar la Feria del Libro. Las multitudes por los pasillos, los ruidos altisonantes, la sobreabundancia de estímulos son todas cosas que tiendo a evitar. Disfruto más recorrer una librería silenciosa y poco concurrida, en la que puedo internarme entre mesas y anaqueles sin la premura del gentío.

Pero eso cambió para mí desde que publiqué mi primer libro, en el año 2000. Porque la Feria se convirtió desde entonces en el mejor lugar para verme cara a cara con mis lectores, y conversar sobre libros y lecturas. La escritura es un acto absolutamente íntimo, introspectivo, solitario. Y la lectura, a menudo, también. Escribir y leer son, entonces y casi siempre, actos muy privados, donde nos conectamos con nuestros universos más personales y profundos, pero aislados de las demás personas.

Las ferias del libro vienen a subsanar esa distancia. No creo que uno, cuando escribe, deba estar pendiente de quienes van a leerlo. Y tampoco creo que uno, cuando lee, deba estar atento en demasía a la persona del autor. Porque la escritura y la lectura se caracterizan, entre otras cosas, por ser mediaciones que nos alejan del mundo concreto y del vínculo con las otras personas. Y creo que está bien que así sea. Pero también me parece bueno que, un día o una noche cada tanto, esa mediación se disuelva y podamos encontrarnos cara a cara.

Existe un momento, cuando un lector se acerca a conversar con uno y se refiere a un pasaje de un libro o a un personaje, o a un pensamiento que se le disparó, que tiene una magia intransferible. Porque uno, cuando escribió ese pasaje o cuando bosquejó ese personaje, indudablemente lo dotó de un sentido. Pero advertir que a otra persona esa construcción también le significa algo, le interesa, le importa, darnos cuenta de que tenemos delante a otra persona que tiene su propia relación con el libro que escribimos, una relación que prescinde de nosotros, es para mí muy misterioso y al mismo tiempo cautivante.»

Una cadena de trabajo y creación

Raquel Franco

Directora editorial de Pequeño Editor

Raquel Franco
Raquel Franco.

«Hace ya varios años que el mundo del libro para chicos se ha transformado. Nuevos géneros, nuevas propuestas estéticas, nuevos acercamientos a los temas, nuevos actores: ilustradores, especialistas, promotores de lectura. En la Feria del Libro vemos cada año esta transformación, participamos de ella, la empujamos y la fortalecemos, porque pensamos que los contenidos para la infancia deben seguir dirigiendo a los chicos a la cultura escrita, y no distanciarlos de ella.

En ese sentido, la Feria es un gran laboratorio de trabajo para los editores. Nos encontramos con todos los que están pensando el mundo del libro y vamos midiendo los desafíos por delante… y, finalmente, nos encontramos con los lectores. Punto de llegada de una cadena de trabajo y creación, que es a veces muy larga y muy azarosa. E invisible. Por eso, en Pequeño Editor, decidimos en 2013 extremar esa idea del laboratorio y pensamos en un gran evento con la participación del público: hacer un libro en vivo. Durante toda una tarde, y hasta que la Feria cerró, montamos una cadena de trabajo que tornaba visible el proceso de creación de un libro.

En un extremo, Ruth Kaufman trabajaba la creación literaria con la gente que pasaba y se sumaba a construir un texto. Luego, un grupo de ilustradores (entre ellos, Istvan, Liniers, Claudia Legnazzi, Poly Bernatene) trabajaba ese contenido reinterpretándolo en el lenguaje de la imagen. En la cadena, los artesanos de la antigua Papelera Palermo realizaban papel a mano, preparaban la tapa de cartón, el papel de guardas, cortaban los hilos de color con los que se encuadernaría. Otros imprimían la tapa con técnica serigráfica. Un diseñador trabajaba en pantalla, volcando en página lo que escritores e ilustradores creaban. Al final, una pequeña imprenta digital iba imprimiendo las páginas y un equipo unía y encuadernaba para darle forma de libro a ese montoncito de 32 páginas, surgido un poco del mundo analógico y un poco del mundo digital. Un poco de la mano de la experiencia y un poco de la innovación. Un poco de la planificación y un poco del azar. Así como surge, se desarrolla y se publica un libro.»

Bibliotecarios, o el amor a los libros

Federico Falco

Escritor

Federico Falco
Federico Falco.

«Hace unos siete u ocho años me tocó acompañar a la bibliotecaria de mi pueblo en su primer viaje a la Feria a comprar libros para la biblioteca, gracias al programa de la Conabip de compras al 50%. Tenía exactamente un día para comprar todo lo que el presupuesto le permitiera, y el cuerpo pudiera cargar. Ella estaba a punto de jubilarse y sintió que la tarea tal vez podía volvérsele excesiva, así que me ofrecí a ayudarla. Desde entonces, el ‘día de los bibliotecarios’ es mi día preferido en la Feria.

Llegan temprano, mal dormidos después de toda una noche de viaje, siempre apretando bajo el brazo sus carpetitas con las listas: los libros que los usuarios de la biblioteca les han pedido que consigan, los títulos que les encargaron las maestras de la escuela, el listado con el catálogo completo de lo que ya tienen, así no compran repetido. La tarea a la que se enfrentan es casi titánica. Para realizarla se necesita organización, estrategia, dotes administrativas, fuerza física, resistencia a las largas horas haciendo fila, destreza para cruzar en zigzag todas las veces que haga falta los pabellones de la Feria. Es más una tarea para atletas que para gente que pasa su vida entre el silencio de los anaqueles. Y sin embargo, ahí están ellos, armados con zapatos cómodos y enredándose entre los lentes de ver de cerca y los lentes de ver de lejos.

Si hay una imagen del amor a los libros, creo que es ésa: bibliotecarios de todo el país corriendo entre stands, tirando de carritos llenos de libros, sobreexigiéndose para gastar el dinero de la mejor manera. Bibliotecarios cansados, bibliotecarios perdidos entre pabellones, bibliotecarios sentados en el piso, sobándose los pies por encima de las medias. Es en ellos donde la idea de la difusión de la lectura de verdad toma cuerpo. Después, a la noche, se suben a los colectivos y emprenden el regreso. Con ellos, gracias a ellos, la Feria supera los límites de su predio y crece, se expande y llega lejos.»

Alegría de autor primerizo

Juan Pablo Paz

Doctor en Física

Juan Pablo Paz
Juan Pablo Paz.

«Ésta es la primera Feria en la que participo como autor y no sólo cómo lector. Mi libro Física cuántica (todo sobre la teoría capaz de explicar por qué los gatos pueden estar vivos y muertos a la vez) estará en el stand de Siglo XXI, junto al resto de la colección Ciencia que Ladra. Como estudiante, la Feria era la meca donde ir a leer de parado todos los libros que uno quería comprar. De grande, se sumó a ese placer el de escuchar a algunos gigantes como Saramago y también el de acompañar las presentaciones de los libros de los amigos, como Adrián Paenza.

La Feria siempre tuvo una notable vitalidad. Como científico interesado en la popularización de la ciencia me alegró ver, año tras año, el crecimiento de ese género y aspiro a que en el seno de la Feria se sigan debatiendo temas trascendentes. Aprovecho para plantear dos. El primero: el debate sobre la visión del mundo que provee la ciencia y su contraposición con el irracionalismo y la pseudociencia. El tema tiene actualidad: con estupor muchos científicos nos enteramos de la presencia de ‘predicadores de la mística cuántica’ en despachos de autoridades educativas, colaborando en la elaboración de propuestas para mejorar la formación docente. ¡Qué bueno sería debatirlo en la Feria!

En segundo lugar, el debate sobre el rol de la ciencia y la tecnología en nuestro país, haciéndose eco de la preocupación de la comunidad científica ante la falta de continuidad de las políticas de crecimiento en este campo. ¡Qué bueno sería debatir también esto en la Feria! Nos ayudaría a diseñar estrategias que permitan que la Argentina exporte más reactores nucleares, satélites y productos con valor agregado.

Son debates necesarios que, probablemente, excedan el marco de la querida Feria del Libro, donde están presentes las principales corrientes del pensamiento actual, una condición necesaria para la reflexión. Por ahí andaré yo, este año, con mi alegría de autor primerizo. Por supuesto, si alguno de ustedes compra el libro y se cruza conmigo, ¡se lo firmaré con gusto!»

Otra Feria, ¿la misma?

Daniel Divinsky

Fundador de Ediciones de la Flor

Daniel Divinsky
Daniel Divinsky.

«Puedo jactarme de ser uno de los archivos vivientes más completos de la Feria del Libro de Buenos Aires, si bien mi participación en la de 2016 ya no fue como expositor. Estuve, en persona o en espíritu, en todas las celebradas, con pocas ausencias. Una voluntaria, por viaje en 1976 y otras involuntarias, por prisión a disposición del Poder Ejecutivo tras la prohibición de un libro (1977) y por exilio de 1978 a 1982.

En rápida evocación surgen varios hitos de esa historia. La devocional contracción al trabajo del Negro Fontanarrosa, que se imponía firmar sus libros en el stand de De la Flor durante la semana entera, los largos diálogos de Quino con sus fans, la intervención de personal de seguridad para ordenar a la muchedumbre el día en que firmó Vinicius de Moraes? Quienes estuvieron durante el montaje de la Feria de 1976, que se iniciaría pocos días después del golpe cívico-militar que instaló la dictadura más cruel que haya sufrido el país, no podrán olvidarse de la recorrida por los stands de individuos de rostro severo que señalaban qué libros no podían exhibirse, inaugurando un lapso de prohibiciones y censura nunca denunciadas por las autoridades de la Feria ni por las cámaras gremiales de los editores.

La Feria de 1984, con la democracia apenas reinstaurada, marcó la apertura a todas las ideas, algo que nunca debió dejar de ser la característica de un acontecimiento ligado a los libros. Desde entonces, todo fue avance. No volvieron a oírse las bandas militares que asolaban con sus sonidos cada día, se terminó la innecesaria -en un acontecimiento laico- bendición sacerdotal. Hasta hubo una rebelión módica de los editores: cuando el Gobierno solicitó que no se exhibiera Versos satánicos de Salman Rushdie ante la amenaza de la teocracia iraní de suspender sus importantes compras de arroz argentino, el libro demonizado fue exhibido en todos los stands; bueno? en casi todos.

Reitero lo que ya escribí muchas veces: la Feria es el único momento en que los lectores se corporizan y la única megalibrería donde se pueden ver títulos que no se exhiben nunca y que libreros perezosos dan por agotados; hasta la poesía encuentra sus clientes.»

No toquen mi Feria del Libro

Angélica Gorodischer

Escritora

Angélica Gorodischer
Angélica Gorodischer.

«No puedo, ay, no, no puedo decir la Feria del Libro es para mí esto o lo otro o lo de más allá, porque es muchas cosas o fue con el tiempo siendo muchas cosas, coloridas, fuleras, maravillosas, interesantes e imprescindibles: por favor, que nadie me quite mis ferias del libro, atenti.

A ver si nos entendemos: primero la Feria del Libro era algo que sucedía fuera de mi mundo, oh oh oh una feria de libros qué maravilla ojalá pudiera ir y comprarme pilas de libros. Más tarde: qué bueno haber podido ir a la Feria del Libro, qué bueno, cierto que no pude comprar nada pero anoté todo lo que me interesó y ya veremos si consigo algo. Más después del más tarde qué emoción ver mi libro ahí en el stand de la editorial. Más después del después aaaah qué se creen cómo es posible que no le hayan dado más lugar a mi último libro y no vale eso que dicen y la editorial no hizo nada puajjj. Más después cerca del ahora uffff yo ni loca voy a la Feria del Libro todo eso lleno de gente caminás y caminás y no encontrás nada y los chicos corren gritando por los pasillos y las madres gritan más y mi editora por suerte es una maravilla y se ocupa ella mucho mejor de lo que podría hacerlo yo que no entiendo nada de todo eso y tengo que terminar los cuentos que ahora estoy escribiendo y que alguna vez, espero, estarán también en la Feria del Libro.

Bueno, ¿se nota lo que pienso y siento de la Feria del Libro? Es todo eso y un poco más o un mucho más, y ese mucho más viene a ser la noción de que la Feria del Libro es un acontecimiento importante en nuestras vidas. Que no me lo toquen, por favor, y que si se atreven que sea para cuidar, alentar, engrandecer. La Feria lo merece.»

Todas las librerías en un solo espacio

Tiffany Caligaris

Escritora

Tiffany Caligaris
Tiffany Caligaris.

«Todos los años, a medida que se va acercando abril, empiezo a sentir la emoción que trae la Feria del Libro de Buenos Aires. Cuando era más chica, era un laberinto de libros en el que me encantaba perderme, una oportunidad de encontrar nuevas historias y de poder conocer a los escritores de algunas de ellas.

En los últimos años tuve la increíble experiencia de poder vivir la Feria desde el lado de los autores, en el stand de mi editorial, con libros propios, y eso le agregó un puñado de magia que es difícil de describir. Ver a lectores asomarse tímidamente con alguna de mis historias en la mano, compartir sus sonrisas, hablar sobre sus escenas o personajes favoritos es una alegría y una inspiración. Sobre todo, cuando vienen de lejos e hicieron un viaje de horas para poder compartir ese momento conmigo. O esperaron un largo tiempo en la fila y no perdieron su entusiasmo. Como escritora creo que no hay mejor halago que poder generar eso y tener el espacio para hacer esos encuentros posibles.

Lo que me resulta especial de la Feria del Libro es que no sólo me da ese acercamiento con los lectores, sino que también puedo disfrutarla como una de ellos, ya que siempre hay otros autores que quiero conocer. Charlas que no me quiero perder. Ése es uno de los atractivos más grandes de la Feria; para los que amamos los libros es un espacio de encuentro con personas que sienten lo mismo que nosotros, ya sean autores, lectores, fans de las mismas sagas, editores.

‘A mi modo de ver, una ciudad no es una ciudad sin una librería. Puede llamarse a sí misma ciudad, pero a menos que tenga una librería no engaña a un alma’, escribió Neil Gaiman en American Gods. Creí esas palabras desde que las leí y desde entonces siempre imagino que durante las semanas que dura la Feria del Libro podemos encontrar todas las librerías de la ciudad formando una sola. Seguramente sea porque me gusta la fantasía, pero me encanta la idea de que una vez al año podamos juntar todas las librerías en un solo lugar, en un espacio hecho de libros.»

Odio la Feria del Libro

Guido Indij

Editor de interZona y La Marca Editora

Guido Indij
Guido Indij.

«Me estresa. Me obliga a alinear mis estrategias de lanzamiento para que coincidan con la Feria o para que no coincidan con la Feria y sean opacadas por los tanques de las multi. Me pone a tomar decisiones económicas y financieras vinculadas a nuestro stand siete u ocho meses antes, a trabajar en la logística del stand con un mes de anticipación. Luego, una vez comenzada, son tres semanas donde todo el trabajo editorial, los viajes, la familia, el yoga? todo sufre postergaciones y desatenciones, porque sobrevivir en la Feria, o sea, hacer de esa experiencia una tarea económicamente sustentable lo exige todo de uno, editor independiente. En más de veinte ediciones, nunca hemos ganado o perdido mucho. En promedio, hemos empatado. ¿Por qué reincidir?

Porque además de odiarla, quiero a la Feria. Es un espacio vital donde los libreros, bibliotecarios y lectores nos devuelven su palabra, dejan de ser un ente espectral para devenir personas con gustos propios que completan el circuito de nuestra actividad profesional.

La Feria es un espacio cada vez más rico, más inabarcable, más complejo y más democrático. Hace veinte años reinaba allí una institución aristocrática: la antigüedad. Los espacios se distribuían según una fotografía de lo que era el mercado editorial en la primera edición, a mediados de los años setenta. Algunas empresas ya no existían, pero entre sus activos habían vendido su puntaje de antigüedad (los puntos necesarios para elegir los mejores espacios) como un bien hereditario. Los nuevos jugadores teníamos roles marginales y ocupábamos espacios periféricos.

Muchas de esas instancias se van modificando: existen rondas de negocios con invitados internacionales abiertas a todos los editores, al cóctel de inauguración están invitados todos los expositores, se permiten los stands colectivos y sus participantes acumulan puntaje de manera individual, hay una diferencia de precios cada vez más justa según la ubicación de los stands, un programa de invitaciones pretende aportar mayor bibliodiversidad. Así es la Feria, como muchos amores demandantes, que nos exigen un gran compromiso. Aunque uno quiera escaparse, no puede prescindir de ellos.»

La red invisible que sostiene la lectura

Esther Cross

Escritora

Guido Indij
Guido Indij.

«John Steinbeck escribió que de grandes olvidamos lo difícil que fue aprender a leer. Esa dificultad lo alejó al principio de los libros hasta que una tía le regaló uno, lo abrió sin ganas, de a poco pudo entrar, la historia lo atrapó y ?el prodigio ocurrió’.

Siempre me gustó esa idea de repensar lo que damos por sentado. Vivimos leyendo, parece algo simple pero es complejo y descubrir esa complejidad puede ser una revelación. Hay además una red que sostiene ese momento, que hace posible materialmente que ocurra el prodigio del que hablaba Steinbeck. Está formada por traductores, críticos, editores, libreros, agentes, ilustradores y demás. Sin ellos, no habría libros. Esa complejidad y esa red pasan del segundo plano a la luz, teñidos por la situación que atraviesan cada año, en la Feria del Libro, y me parece importante.

Al mismo tiempo, aunque valoro el contacto con otros autores, me siento mejor interactuando en ámbitos más chicos y tranquilos. Salvo las pocas veces en que participo en alguna mesa o voy especialmente a escuchar una charla, en la Feria pertenezco a las filas de lectores que hojean los libros.

Cuando era muy joven, editaba una revista con mis compañeros de taller y recorríamos la Feria buscando a algunos escritores admirados para pedirles colaboraciones. Las fotos de las solapas eran más chicas que ahora, no era tan fácil reconocerlos, no había Facebook ni mails, pero nos arreglábamos. La Feria se hacía en el predio de Pueyrredón y Figueroa Alcorta y era la única feria grande de lectores y escritores que había.

Hoy, en cambio, comparte el mapa con las ferias del interior, la Feria de Editores, el Filba, el Festival Internacional de Poesía, el Foro Internacional de Fomento del Libro y la Lectura, entre otros eventos. Y es en la suma de todas esas perspectivas, de esos cruces, donde creo que encuentra finalmente su lugar, y la red de la que hablaba se completa y entiende mejor que antes.»

Todo empezó en la Feria

Gabriela Keselman

Escritora

Gabriela Keselman
Gabriela Keselman.

«Todo empezó en la Feria. Estaba firmando en un stand. Papás sonriendo y naricitas de lectores asomándose.

De pronto apareció una niña de seis años. Preciosa. Se me acercó y, con una desenvoltura en su manera de expresarse que me sorprendió, me dijo: ?Me encantan tus libros, pero me encantan ¿eh?’. Luego cruzó las manitos sobre el pecho y dijo: ?Porque la parte esa del bolsillo secreto que queda muy cerca del corazón?’ Y suspiró. Me divirtieron y emocionaron tanto su ternura y su gracia. Charlamos, firmé con la birome especial que sacó de la carterita (con plumas rosadas en la punta) y nos despedimos.

A la semana siguiente, yo volví a firmar y ella a venir; esta vez acompañada por una amiguita. Sus padres sacaron fotos, hablamos más, firmé ejemplares y se fueron.

Pasó un año. Era la hora de marcharme del stand en el que estaba firmando, pero me demoré un rato más. De repente vi a la niña agitada y acalorada corriendo hacia mí, y a sus padres corriendo detrás. Se paró en seco como esperando mi reacción: ¿la reconocería? Y la reconocí, claro. Grité su nombre y ella se arrojó en mis brazos. ¡Un reencuentro delicioso! Entonces su mamá me contó que su hija estaba tan desesperada porque pensaba que ya no llegaría a verme. Intercambiamos los teléfonos, merendamos todos juntos algunas veces, nos hicimos regalos?

Un año después la nena actuó en una ópera en el Colón y al año siguiente actuó y cantó en otra. Más adelante participó en un programa de televisión infantil. Y a pesar de tanta actividad creativa, de semejante agenda, siempre siguió fiel a su cita anual con los libros y conmigo.

Cuando cumplió once años, yo pensé que ese día a finales de abril ya no vendría. Y, sin embargo, allí estaba con su abrazo de osa, su dulzura, su alegría contagiosa de siempre. Una niña preciosa en todos los sentidos relevantes de la palabra.

Ésta es una de las tantas historias conmovedoras y felices que compartí con mis pequeños lectores.

Y esa vez, todo empezó en la Feria.»

Ilustración: María Elina Méndez
Ilustración: María Elina Méndez.

Fuente: La Nación