María Sherriff: «La formación de este país implicó sacrificio y la pérdida de muchas vidas»
La figura del cautivo, el niño blanco raptado por un malón en el 1800 en la frontera sur bonaerense y recreada en cuentos de Jorge Luis Borges y William Hudson, adquiere nuevamente aire de leyenda en «El cautivo de la niebla» de María Sherriff, quien creció escuchando de su familia la historia del protagonista de esta epopeya, hermano de su bisabuela e hijo de escoceses.
Desde su departamento en el barrio porteño de Belgrano, Sherriff, que nació en la ciudad santafesina de Venado Tuerto, cuenta a Télam los detalles de esta historia escuchada de labios de sus tíos y su madre en distintas y fantasiosas versiones como «el cuento del chico perdido», reunido en esta novela, publicada por ediciones B.
«Los Gilmour vinieron en 1844 como pastores de ovejas contratados por el industrial John Gibson con dos hijos, Robert y Ellen, y Daniel fue el primero que nació acá en 1845. Está todo documentado, como su desaparición a los seis años», dice Sherriff.
El niño fue intensamente buscado por los habitantes de los campos vecinos y su madre, Elizabeth, nunca dejó de indagar acerca de su paradero, más aún cuando alguien le decía que habían visto a un gaucho rubio, alto y delgado en algún lugar del país o entre los soldados reclutados para participar de la Guerra del Paraguay.
– Télam: ¿Por qué decidió escribir esta historia en este momento?
– María Sherriff: Mi madre había escuchado a mi abuela paterna contar esta historia y la repetía constantemente, al igual que mis tías. Y cuando era chica, si querían contarme un cuento les decía «contame el cuento del chico perdido», porque era familiar nuestro y esto me emocionaba. Siempre me guió el placer y la idea de dejarle esta historia a mis hijos.
– T: ¿Qué investigaciones o documentos la ayudaron a reconstruir el derrotero de Daniel?
-M.S: La hija de una prima que vive en Canadá y estudió Sociología escribió su tesis sobre los cautivos y las cautivas. En cuanto a los cautivos tomó el caso de Daniel Gilmour y logró un trabajo de investigación bastante bueno que facilitó mi tarea y lo completé con información del Archivo Histórico del Ejército, de gran prolijidad, no así el Archivo General de la Nación. En el archivo del Ejército figura que participó en la Guerra del Paraguay, como Nicolás González, que deserta y luego lo vuelven a reclutar. También establecí contactos en Londres con un especialista en genealogía que encontró en Edimburgo el contrato de trabajo de los Gilmour cuando vinieron, así como las fechas de nacimientos y muertes.
Por otra parte, un tío de mi padre, David Carraders, escribió un cuento de dos páginas sobre este tema, en el que dice haberlo visto y que se parece mucho a su padre.
– T:¿Hubo alguna información que le impactó especialmente sobre el destino de Daniel?
– M.S: El hecho de que de adulto Daniel al ser encontrado no recordara y no entendiera el inglés, la primera lengua que había aprendido, me sorprendió muchísimo, por eso consulté con dos psicólogas y me dijeron que una experiencia traumática como la que vivió él siendo un niño puede borrar totalmente la memoria. En el libro lo represento con una niebla en su memoria, que era como una molestia que lo acosaba en algunos momentos.
– T:¿Cuando empezó a investigar, hubo algun aspecto de la información encontrada que la sorprendió especialmente? ¿Por qué?
– M.S:Me sorprendió encontrar tantos escritos sobre este caso. Yo digo que todos los ingleses eran espías porque reportaban todo lo que veían; describían y dibujaban todo lo que veían. El mismo Darwin, lo hizo. Toda la documentación de los Gibson, a quienes se los consideraba gente de servicio a la corona, está en una biblioteca en Edimburgo, donde figura hasta el contrato que le hicieron a la familia Gilmour.
También había mucho de aventura al decidir viajar a estas tierras. Los Gibson eran industriales textiles en Glasgow, y cuando Inglaterra se independiza de Estados Unidos y se les dificulta el acceso a las materias primas mandan a sus hijos y hermanos a investigar estas tierras. Cuando llega uno de los Gibson para comprar lanas, se da cuenta de que los que tenían dinero eran los que compraban tierras y entonces dijo: ‘hay que comprar las tierras’.
Terminaron comprando 28 mil hectáreas en la zona del Tuyú a militares que habían participado en las batallas.
– T:¿Se propuso algún objetivo especial al escribir el libro?
– M.S:Quise dejar claro que todos sufrieron la formación de este país, que implicó sacrificio y la pérdida de vidas humanas, porque Daniel fue un patriota y se sentía un argentino que no quería abandonar su bombacha y botas por más que la madre lo quisiera vestir distinto.
– T:Si bien la literatura siempre hizo ver que en la figura que los cautivos eran raptados por malones, en el libro usted narra que fue tomado por un negro y un gaucho ¿Por qué piensa que lo hicieron?
– M.S:En esa época tener un blanquito era como adquirir un bien. También negociaban: los indios por ejemplo devolvían las cautivas por bebidas y armas.
El gaucho que lo rapta usa a Daniel como mensajero, como chasqui. Fue secuestrado en 1852, año en que cayó Rosas por lo que infiero que quienes lo raptaron pudo haber sido gente de los ejércitos que quedó dispersa, deambulando. En este caso, era un gaucho que estaba en la estancia y cuando se va, Daniel desaparece.
Se cuenta que ayudaron desde otras estancias a buscarlo. Al principo se decía que habían visto un bultito en un médano cerca del mar y entonces pensaban que se había ahogado y el padre se conformó con esa versión pero la madre no, continuó todo el tiempo buscándolo.
– T:¿Por qué piensa que atrae la historia de cautivos y cautivas?
– M.S:Si hubiera sido raptado y no hubiera aparecido nunca más tal vez todo quedaba ahí, pero como finalmente lo recuperaron, el interés fue muy importante. El Standard News, que era el diario que se editaba en inglés y tenía un periodista en la zona del Tuyú, cuenta que el chico volvió después de 30 años.
En el caso de las cautivas, si eran recuperadas las familias no las mostraban más, porque habían tenido hijos con «los salvajes», como les decían en ese momento, entonces eran descartadas, porque era humillante para la familia, vergonzante.
Fuente: Télam