Cierta vez, hablando con una profesora de letras sobre Neruda, ella sostuvo que el poeta chileno le había cantado a cada uno de los temas y los tópicos de su tiempo, que había trascendido, pues tanto la Revolución Rusa como la cebolla fueron sus objetos líricos. Luego mencionó algo impactante: Neruda le escribe a una mujer cósmica, para él Latinoamérica es una mujer, o en realidad en cada mujer que ha conocido descubre una un trazo de la geografía o las costumbres de la américa sureña.
¿De qué planeta es el amor?
¿De que mentira es el tiempo?
Gustavo Nápoli – La Renga.
El libro de poemas de Lorena Rueda se titula Latitud 33. Es una ubicación, son las coordenadas de nuestro lugar en el mundo, en el continente que fue y es terruño de poetas de la tierra y del cuerpo. Un viernes de verano, a esa hora que se pone el sol y uno se sienta a comer algo liviano para combatir el sofocante calor, llegó a mis manos la edición de tapas negras. Una imagen de pura sensualidad anticipa el tenor de los versos claros y directos que forman los poemas, o más bien las figuras líricas han encontrado aquí su lugar.
Resulta impresionante, digo impresionante de cuando uno se lleva una buena impresión, leer detenidamente las tres partes en que se divide el libro. La poesía se disfruta en otros ámbitos, no hay que llevarse un libro de poesía a la sala de espera de un hospital o un consultorio médico, tampoco debe leerse durante un viaje en colectivo o en cualquiera de las interminables situaciones de espera de la que somos (o seremos) víctimas cada día. Es menester tomarse un tiempo.
Siempre que puedo, destapo una botella de vino para maridarla con la literatura. Y así fue que comencé a recorrer cada verso y cada estrofa. Pequeñas sensaciones, breves en el tiempo, aunque intensas, fuertes. Sin darme cuenta llegué al fin.
Lorena ha organizado sus poemas en torno a tres dimensiones: cuerpo, espíritu y alma. Es posible distinguir el camino, solo hay que ir poniendo una mano tras otra en la cuerda metafórica que anuda el libro, quizás como si a oscuras nos guiáramos con cada doblez, esa es la unidad temática del libro. Una armonía de materia y sentidos.
Espalda de mujer
Sendero sin
derrota
simiente de la fecundidad
símbolo de lucha.
amor y
tenacidad.
Espalda de mujer
sostén de pasiones
límites de piel
alfa y omega
del placer.
espalda de mujer sin rostro,
que no ves
lo que otros ven.
Incógnita mujer
lienzo puro
inspiración
En una ocasión conversamos sobre las sensaciones que me generaba la lectura de cada estrofa, y entonces descubríamos la simbología de los balcones en su vida, en su escritura. Un balcón es esa parte de una casa o un departamento que permite asomarse a la zona exterior desde cierta altura. Pienso, entonces, ¿y si me poso en un balcón y miro los poemas pasar? Pude ver cuerpos de mujeres manifiestos en cada verso, el cuerpo continental del que me hablaba la profesora, la mujer cósmica de Neruda.
Gozne
El deseo está
justo en la punta
de mi
lengua
y se convierte
en fuego
al solo tacto de tu
aliento
El cuerpo es el contrato que nos vincula al espacio geográfico en que vivimos. Cierto es que Lorena recorre toda esta latitud y esas huellas se notan en cada imagen sensorial, cada camino es una palabra que retorna a las fibras intimas del cuerpo y se convierte en poesía universal.
Laberinto
Hoy me perdí
y salí a
buscarme.
Me encontré
donde siempre:
entre las
palabras.
Con el paso del tiempo es normal perder ciertos hábitos, algunos son reformados y otros se transforman por completo para seguir siendo parte, aunque secretamente, de nuestro mundo. Esa capacidad es la que domina el espíritu. A través de ciertas posturas líricas se cuela el trabajo espiritual que nuestra autora ha realizado mientras escribía y sus fantasmas finalmente se volvían públicos. Eran, me arriesgo al decirlo, exorcizados en un libro.
Error en dominó
Amarte
Sumirme en decepción
Sumirme en decepción
Odiarte
Odiarte
Perdonarte
Perdonarte
Amarte
Amarte
Sumirme en decepción
Sumirme en decepción
Odiarte
Odiarte – Odiarte
Odiarte
Perdonarte
Perdonarte – Perdonarte
Perdonarte
Perdonarte
No tengo más fichas
para este juego
ni otra posible combinación
dejo la última sobre la mesa
para sanar después del perdón
Olvidarte – Olvidarte
No es común encontrar a la literatura entre las necesidades básicas, y es que la vida se puede vivir sin leer un libro. Personalmente creo que nadie alcanza la plenitud (¡Qué pesimista!), pero se puede intentar legítimamente, yo lo hago leyendo. Y a veces escribiendo estas lastimosas reflexiones. Algunos han decidido escribir poesías o cuentos, otros pintan, realizan esculturas, hacen música, bailan una danza, toman fotografías, incurren en la actuación… y cuantas actividades. Disfrutar del quehacer artístico es saludable, por eso recomiendo, entregar nuestra atención a estos poemas.
Impacto
Azul punzante
era mi
ESPEJO
lo atravesé sin
TERROR
me rasgó todos
los hilos
DEL ALMA
y me cortó el
aliento.
Ya del otro lado
veo restituirse en
cámara lenta los trozos
de mi vida
y también puedo ver
en mi azul trizado reflejo
una sonata sonrisa burlona.
Los espejos aparecen como símbolos de muchos escritores porque, sin dudas, siempre devuelven reflejos marcadamente diferentes. Comprobarlo es sencillo, pues en cada casa o algún comercio, en cada ventana o en cada vidriera nos miramos y, a veces, nos gustamos o nos disgustamos. El espejo es un artefacto que nos muestra nuestros miedos o nuestros triunfos.
En los poemas de Lorena pude encontrar un espejo que me reflejaba muy verdadero y, sin lugar a dudas, ella se rebeló y revelo su yo lírico con tres espejos.
Nota: Federico Menseguez.
Fuente: Anatomía Urbana.