La literatura usada como una herramienta

«Para mí la literatura no es un arma, es una herramienta». Sólo con esa frase podríamos presentar a Luis Carlos Garro. Durante más de una década, él ha desarrollado una actividad intensa en favor de la cultura de Villa Mercedes y de toda la provincia.

Luis Garro, cultor de las letras villamercedinas.

Luis Garro, cultor de las letras villamercedinas.

Luis Garro nació en Villa Mercedes, pero de niño fue con su familia a vivir a Buenos Aires. Aunque eso jamás le hizo olvidar su lugar de origen, al que decidió regresar. En Villa Mercedes ha sido conductor de programas de radio, miembro de la comisión directiva de la filial de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), fundador del Centro de Estudios Ranquelinos, miembro fundador y coordinador de la filial del Círculo de Poetas de San Luis, y poeta fundador del Museo de la Poesía Manuscrita «Juan Crisóstomo Lafinur» de La Carolina. Actualmente se desempeña como jefe del Programa Bibliotecas y Talleres Literarios de la Municipalidad de Villa Mercedes.

Garro conversó con Caminos de Tinta para relatarnos sus comienzos en la literatura, además de sus ideas y compromisos desde lo literario y lo social.

—¿Cómo empezó a escribir?
Empecé desde muy chico, desde los 7 años ya lo hacía. Hacía algunas poesías o cuentitos, sobre cosas que tenían que ver con mi edad en ese momento. A medida que fui creciendo fui interesándome por otros temas. En la adolescencia escribí mucho y lo compartí con amigos y amigas. Después, por muchos años dejé de escribir, a eso de los 16 o 17 años, porque tuve que trabajar y aportar a la familia. Me dediqué enteramente a eso y no tenía tiempo para la literatura, no podía darme el gusto de hacerlo. Retomé la actividad literaria muchos años después, cuando mis hijos ya estaban grandes.

—Supongo que su familia y amigos habrán atesorado esos primeros escritos, ¿no?
No sé, porque mucho de lo que escribí de chico se me perdió, la mayoría de lo que hice en esos años. Te cuento una anécdota: Cuando tenía unos 10 años, escribía en un cuaderno mis poesías, y me lo encontró la vicedirectora de la escuela. Me preguntó de quién era y le dije que era mío. Me lo pidió prestado para leerlo, supongo que porque no estaba atendiendo en clase (risas). Lo leyó y después me dijo que le gustaba mucho lo que escribí… pero no me lo devolvió nunca más, aunque se lo pedí hasta que terminé la escuela. Eso me frustró un poco.

—¿En la escuela fomentaron esa capacidad?
Sí, me pedían que escribiera para los actos. Eso me sirvió para darme cuenta que lo que hacía era útil, que escribir servía para algo. Yo vivía en un barrio de la periferia de Buenos Aires donde es muy difícil encontrarse con oportunidades para trascender culturalmente, más allá de la escuela. Incluso las escuelas tampoco tenían demasiado interés en esos temas.

—En cuanto a su infancia en Buenos Aires, ¿cómo vivió de niño y de adolescente esa lejanía de su primer lugar, del terruño?
Fue complicado, porque Villa Mercedes estuvo siempre presente, de todos modos. Era como vivir dos realidades: la cotidiana, la del conurbano bonaerense, y el recuerdo de Villa Mercedes, a donde venía una o dos veces al año.

—¿Cuáles fueron los libros que más lo influenciaron?
No tuve la posibilidad de leer mucho, por el contexto en el que vivía. En la escuela, la biblioteca estaba siempre cerrada, se usaba para guardar los mapas y los elementos de los actos escolares. Leía libros de texto, pero no literatura. Comencé a leer de grande cuando pude trabajar y comprarme libros. Me interesaban las novelas de aventuras, las ficciones históricas, la poesía de Pablo Neruda y de Juan Ramón Jiménez.

—¿Cuáles han sido sus publicaciones?
Tengo publicados tres libros: el primero fue un libro de poesías que se diagramó y se publicó de un modo prácticamente artesanal. El segundo fue sobre los murales de Calle Angosta que se llamó «Fugas del muro». Después, participé en un libro de relatos que se llamó «Utopías del último regreso», que se publicó como premio cuando gané en el rubro narrativa de una convocatoria que hizo el Fondo Editorial Sanluiseño en el 2006. Siempre es bueno participar en certámenes, porque implican un desafío.

—¿Y ha obtenido premios en los certámenes?
Gané una mención especial en un certamen internacional de relatos que hizo el Rotary Club. A partir de ahí empecé a tomarme la literatura con mayor entusiasmo. Incluso decidí hacer un programa de radio sobre eso. Aunque después el programa fue mutando para hacerlo más dinámico, estuve 16 años haciéndolo. Lo dejé cuando entré a la función pública.

—Ha tenido también presencia en asociaciones…
Sí. Fui miembro de la SADE, su jefe de prensa y su último presidente. Cargo que también dejé cuando entré al Programa de Bibliotecas porque consideré que no podía ser «juez y parte».

Luis Garro junto a Gustavo Romero Borri.

Luis Garro junto a Gustavo Romero Borri. (Foto: Facebook de Luis Garro).

—¿Su vida personal ha influenciado sus textos?
Uno se compromete con la literatura desde lo personal, desde lo ideológico, y sin duda eso influye. Y también te influyen otros libros que hayas leído, además de la historia personal de cada uno. En mi caso también hay un aporte de lo social, es un tema que me importa a la hora de escribir. Aunque no entendiendo la escritura como una forma de protesta; no me gusta protestar. Para mí la literatura no es un arma, es una herramienta y a los temas sociales trato de mostrarlos de la manera más seria posible.

—¿La idea de la literatura como herramienta y no como arma implica una postura ideológica?
Claro. Es que las armas nunca sirven para algo bueno, en cambio las herramientas sí, porque edifican, porque construyen. La literatura tiene que ser eso. Tiene que estar al servicio de la sociedad y del hombre para edificar, para hacerlo mejor. Y con las palabras se puede influenciar para hacer el mundo. Por ejemplo: Yo trabajé en la fundación del pueblo ranquel. Y para mí es algo importante, porque pude ver cómo esa comunidad se re-creó, vi su recuperación de derechos y participé con otros colegas de eso. Entonces muchas veces no se trata solamente de escribir libros y de publicar, sino también de poder colaborar con políticas públicas, de influenciar positivamente en tu entorno, en tu comunidad.

—¿Piensa volver a publicar?
Creo que sí, voy a volver a publicar cuando deje mi actividad como funcionario, porque también necesito tiempo para escribir y hoy no lo tengo, porque incluso mentalmente mis ocupaciones se llevan todo mi tiempo. Y para escribir hay que estar con la cabeza despejada y poner todo lo que tenemos.

—¿Se considera un escritor?
No; el escritor, para mí, es quien dedica todo el tiempo a ese oficio. Y admiro a la gente que puede hacerlo, y vivir de esa actividad. Es lindo tener esa posibilidad de dedicarte a escribir desde que empieza el día. Me gustaría poder hacerlo.

 

Nota y foto para Caminos de Tinta: Kafka Tamura.