Federico Axat acaba de publicar El pantano de las mariposas, su segundo thriller. Con cuatro títulos publicados, el año pasado había debutado en el género con La última salida, novela exitosísima que fue traducida a más de treinta idiomas. Aquel libro fue publicado en España antes que en Argentina y una productora de Hollywood acaba de comprar los derechos para llevarla a la pantalla grande.
El pantano de las mariposas es un thriller que simula ser una novela de aprendizaje. En 1984, en una típica ruta norteamericana y bajo una típica noche de tormenta, Sam Jackson, por entonces un bebé, y su madre, tienen un accidente. El cuerpo de ella desaparece misteriosamente y Sam es enviado a un orfanato. Descubrir cómo fue el accidente y qué pasó con el cuerpo de Christina es clave en la historia, pero a medida que se avanza en la lectura proliferan nuevas tramas.
La edición local viene con una advertencia: el final será inesperado. Axat, en su estilo, juega de manera directa con el lector, lo desafía y se nota que lo disfruta. El énfasis está puesto en sorprender. Cuando el lector termine la novela, es muy probable que se sorprenda, tome aire, y se pregunte: ¿Cómo pasó? ¿Cómo no me di cuenta antes? Irremediablemente uno querrá volver al comienzo para entender dónde está el truco.
Esta entrevista, Federico Axat procura hablar del libro sin descubrir el final.
—¿El pantano de las mariposas es una novela de iniciación?
—Sí, creo que es el género que mejor define al libro. Debo reconocer, sin embargo, que no soy bueno a la hora de caracterizar un texto, algo que definitivamente tiene sus ventajas a la hora de crear, pero que dificulta las cosas cuando tenemos que venderlo. La idea que gestó esta historia fue el final, algo que quienes han leído el libro seguramente supondrán con relativa facilidad. Mi meta era sorprender, que el lector terminara la última frase y no pudiera dar crédito, que tuviera que repensar la trama en su cabeza, volver a ver lo mismo pero desde otra perspectiva. Es una novela de suspenso, de intriga, por eso me sorprendí cuando entregué el manuscrito y mi editora me dijo, con toda seguridad, que era una novela de iniciación.
—¿Cuántas metamorfosis atraviesa un ser humano en su vida?
—El paso de la niñez a la adolescencia es la primera, y creo que la única que me ha tocado vivir. Imagino que la siguiente será convertirse en padre. Siempre tuve una visión particular de esa época que antecede a la adolescencia, los once o doce años, que es la edad de Sam, Billy y Miranda en El Pantano… Tanto en ellos como en personajes similares se advierten ciertos dejos de adultez, quizás en el lenguaje que emplean o incluso en sus comportamientos. Muchas veces esto es señalado con cierto desencanto. Para mí ha sido fascinante describir a estos tres niños desde esa perspectiva, porque creo que los niños de esa edad han controlado absolutamente su mundo, han llegado al tope de sus capacidades y conquistas. Será con el advenimiento de la pubertad donde se introduzcan nuevas variables y habrá otra batalla para conocerse; una batalla que no terminará nunca, me temo. En muchos sentidos me sentía más maduro y seguro de mí mismo a los doce que a los dieciocho, y ese espíritu es el que he intentado captar en este libro.
—En el prólogo citás a René Lavand («No se puede hacer más lento») y ponderás su destreza. ¿El escritor es un mago?
—En el género del thriller me parece que es una imagen bastante acertada. Hay un golpe de efecto, y también hay señuelos o distracciones. El mago nos hace mirar hacia otro lado cuando guarda o saca algo del bolsillo. En El Pantano de las Mariposas, el lector hace eso precisamente: mira hacia otro lado. La mayoría de los comentarios que recibo tienen que ver con cierta frustración por «no haberlo visto venir». La mayoría vuelve atrás y lee pasajes para confirmar que las revelaciones estuvieron allí todo el tiempo y que, o bien las pasaron por alto o no las supieron ver. Hay también una complicidad entre el autor y el lector, porque nadie se embarca en una lectura de este tipo si en el fondo no espera ser el destinatario de una ilusión. Como ante un truco de magia.
—Lolita circula por el libro. ¿Qué representa para vos la novela de Nabokov?
—El pantano de las mariposas nos presenta a un hogar de acogida durante la década de los 80, donde conviven varios niños y niñas huérfanos. Se trata, además, de un hogar con una impronta religiosa en el que cierto día, y fruto de un descuido, la mujer que lleva adelante el hogar encuentra a Lolita escondido en el sótano. Esto genera un revuelo inmediato y la consiguiente búsqueda del responsable. Probablemente Lolita sea la novela tabú por excelencia; y El pantano de las mariposas está cruzada por los prejuicios y por esos temas de los que no se hablan.
—También hacés referencias a Jack London, ¿por qué?
—No hay una razón específica; no ha sido uno de mis autores de cabecera durante mi niñez. Mi abuelo me hablaba de él y tenía en su biblioteca algunos libros suyos. Leí el relato al que hago referencia en el texto, pero lo tengo como una asignatura pendiente.
—Hay personajes con enfermedades graves, sin embargo tu forma de narrarlas no es desde una perspectiva necesariamente negativa. ¿Cuál es tu relación con la enfermedad?
—Es una buena observación. Tengo una visión bastante simple al respecto. Soy de ver el lado positivo de las cosas, incluso de una enfermedad.
—El «fenómeno ovni» es otro de los temas que atraviesa la historia: ¿por qué te centraste en eso para contarnos la historia de Sam y la metamorfosis humana?
—Como he dicho, la historia está situada en la década de los años 80. Todos los que hemos sido niños en esos años vivimos de primera mano lo que fue el fenómeno ovni. Había avistajes frecuentes, expertos que hablaban en la televisión, autopsias a extraterrestres de dudosa procedencia, los secretos en torno al área 51. Y no estoy hablando de series como «Los expedientes X» o «E.T.», estoy hablando de la vida real. La tecnología estaba a punto de salir escopeteada a lo que vemos actualmente, con ojos en todas partes y el océano inacabable del conocimiento que es internet, pero en esa época analógica las pruebas eran escasas y cuestionables, y eso abría la puerta a todo tipo de especulaciones, especialmente en niños con la imaginación fértil. Creo que quienes hayan vivido esa época podrán disfrutar de El pantano… de una forma especial, porque en cierto sentido será como regresar a esa época. Series como «Stranger Things» trajeron los ochenta a la actualidad y es algo que celebro, porque fue una época rica que nos puede enseñar muchas cosas. No todos los avances o la forma en que los hemos adoptado son necesariamente buenos.
Fuente: Infobae.