Con la pluma entre las tablas, la estrategia y pensadores griegos…
Francisco Agustín Scalise Unrein es un joven de pocas palabras a la hora de hablar, pero se lo intuye muy activo y con la visible observación crítica de quien contempla y resuelve, rumia y elabora, prepara para dejar caer en el papel los sentimientos procesados en forma de narraciones.
Es estudiante del Profesorado de Letras en la UNSL, se confiesa amante de la filosofía, habitué del ajedrez y cuenta con varios años de práctica teatral. Actualmente, con 19 años de edad, egresó de la Escuela Nº 8 “Maestras Lucio Lucero” de la ciudad de San Luis. Es nacido en Buenos Aires, pero residente en tierras puntanas desde comienzos del siglo. Francisco, que encuentra sus primeras armas laborales como docente del juego ciencia pues imparte clases entre los más pequeños en distintos establecimientos escolares, es aficionado a la escritura y plasma en sus cuadernos con firme trazo de birome -mediando abundantes correcciones- sus reflexiones filosóficas, creando escenarios difusos y dando vida a personajes que suelen tener indefinida estética pero siempre con un mensaje profundo. A continuación, una breve entrevista que Caminos de Tinta realizó a este joven escritor:
—¿Cuándo empezaste a escribir?
—Empece ni bien cumplí 13 años, en el 2010.
—¿Qué te llamó la atención o por qué sentiste esa necesidad?
—Muchas ideas dando vuelta en mi cabeza, sobre mí mismo y el mundo, diversas cuestiones externas que planteaban preguntas. De repente leía y tenía el ejemplo de lo que yo quería decir, y con eso pude empezar a volcar mis pensamientos en formato literario.
—¿Cuál fue el primer libro que leíste?
—“El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry.
—¿Qué recuerdo tenés del libro?
—Recuerdo la simpleza de la obra y de la expresión de sus valores.
—¿Cómo influyó en tu obra?
—Lo trascendente de la obra fue su valor estético que presume acepciones líricas puestas en un escrito que es indiscutiblemente narrativo.
—¿Cuál es tu escritor favorito?
—Admiro la obra de Albert Camus. También a Edgar A. Poe.
—¿Algún cuento en particular de Poe?
—“Corazón delator”, y “El cuervo”.
—¿Conocés la obra de autores puntanos?
—Que sean clásicos o editados no, pero conozco a un escritor cuya obra todavía no se ha publicado.
—¿Querés contar quién es?
—(Risas, con mirada cómplice se refiere al entrevistador…).
—¿En qué género estás más cómodo?
—Género narrativo, especialmente cuentos.
—¿Qué sentís cuando escribís?
—Desahogo, placer.
—¿Cuántas obras has escrito?
—Una docena de textos, entre cuentos, poesías y relatos de formato libre.
—¿Cuál te gusta más?
—“En un baño en Rumania”, pieza de prosa poética.
—¿Cuáles son los temas favoritos para abordar en una obra?
—Existencialismo, tendiendo la exploración de distintas corrientes filosóficas, con una carga siempre emotiva en las historias.
—¿Utilizás personajes totalmente ficticios o te basás en personas reales?
—Algunas veces yo mismo soy el protagonista, otras son personajes totalmente inventados.
—¿Y los terceros cercanos: amigos, familiares, compañeros?
—Prácticamente no. Quizás algún nombre o recuerdo asociado, pero hasta ahí nomás. No me nutro directamente de una persona real para basar un personaje en ella.
—¿Qué te dio la literatura?
—Una expresión elevada de mis pensamientos, emociones y dolores.
—¿Cuál es tu sueño con la literatura?
—Lograr la inmortalidad a través de las letras.
—¿Has ido a algún taller literario?
—No.
—¿Qué mensaje tenés para otros jóvenes que también escriben?
—Que piensen y amen lo que escriban, dos palabras o doce mil, lo que sea que escriban.
Fragmento de “La sombra con la que carga el alma”, correspondiente a la obra “Algunos días en la vida”:
“A partir de aquellos días empezó a desahuciarse la humanidad en todo. Jamás nadie mutiló los cuerpos que quedaron atrás”.
Dormía con paciencia e histeria, y conforme despertaba, ella empezaba a saber de su final: se levantaba, con lentitud segura, con su inocencia casi desnuda a desmerecer la oscuridad que la envolvía. Miró con dificultad su morada última y se arrastró hasta el baño donde despedazó, con su mirada en el espejo, la exuberante juventud de su forma; la sangre en el suelo de esa vez, nada valdría.
Y él por ella lloraba… sólo eso.
Nota y foto: «Sinforiano Digital».